El 26 de marzo de 1991 se firmó el Tratado de Asunción, por el cual se dio forma jurídica a la creación del Mercado Común del Sur (Mercosur). Países fundadores fueron Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, aquí en orden alfabético. En el 2012 se agregó Venezuela como miembro pleno y en el 2016 Bolivia entró en proceso de adhesión. En este cuarto de siglo no se ha cumplido ninguno de sus objetivos fundamentales, consignados en ese Tratado.
NO EXISTE ZONA DE LIBRE COMERCIO. No se ha logrado crear ni siquiera una zona de libre circulación de bienes, servicios y factores productivos en sentido amplio. El proteccionismo recurrente de parte de sus mayores socios, Argentina y Brasil, ha convertido en letra muerta los artículos en ese acuerdo integrador que debían conducir a la vigencia de una unión aduanera. A lo sumo existe solo una “imperfecta”.
NO EXISTE COORDINACIÓN DE POLÍTICAS PÚBLICAS. No se han coordinado políticas macroeconómicas ni armonizado legislaciones internas. Por el contrario, cada país hace lo que más le conviene a sus intereses, sobre todo, en materia de política fiscal y monetaria, en contra de la letra y el espíritu del Tratado de Asunción. Las masivas devaluaciones puestas en práctica por los mayores socios sin decir “agua va” así como las discriminaciones fiscales realizadas por Argentina y Brasil para hacer sus economías más atractivas a inversores extranjeros son ejemplos patéticos de su actitud antiintegracionista.
TAMPOCO DELEGACIÓN CONJUNTA DE SOBERANÍA A INSTANCIAS SUPRANACIONALES. Brasil no reconoce ninguna supranacionalidad. Sin ella, no son posibles ni armonización de legislación interna ni coordinación de políticas macroeconómicas. El PIB de Brasil es aproximadamente 20 veces más grande que el de Argentina y casi 100 veces más que los de Paraguay y Uruguay. Si Brasil no acepta ninguna instancia supranacional en el Mercosur, no existirá ninguna supranacionalidad conjunta y por ende ninguna posibilidad de coordinar políticas macro ni de armonizar legislaciones.
SUPREMACÍA DEL EJE BRASILIA-BUENOS AIRES. Argentina y Brasil, por su peso ponderado relativamente grande en relación con los países pequeños, en forma individual o conjunta, han logrado imponer frecuentemente visión y actitudes antiintegracionistas violando recurrentemente el Tratado de Asunción. Esto ha hecho que solo 12 años después de habérselo firmado se reconociera oficialmente por primera vez la gran asimetría existente ante los países y se diese luz verde a la creación del Fondo de Convergencia Estructural del Mercosur (Focem). A pesar de los notorios progresos logrados con él, hasta hoy en día no está dotado de presupuesto suficiente para acometer debidamente los programas establecidos en la norma que lo rige. Para acelerar su vigencia, debe mejorar la voluntad política aplicada.
GOLPE DE TIMÓN. No obstante, todavía es posible echar a andar el Mercosur en cumplimiento de su principal mandato múltiple: Mercado Común, Coordinación de Políticas Macroeconómicas y Armonización de Legislaciones Internas. Ello será posible solo con supranacionalidad conjunta. A tal efecto, hay que empezar reconociendo realidades:
Como la experiencia acumulada en el esfuerzo integrador ha sido negativa por saldos, en los medios de comunicación, en los líderes gremiales del sector privado así como en las autoridades político-partidarias y gubernamentales de los países del Mercosur reinan decepción y escepticismo. Se ha instalado en la región una predisposición sicosocial nada propensa a ese tipo asimétrico de integración internacional experimentado hasta ahora. En estas condiciones reales y sicológicas, es aún más difícil el cumplimiento del Tratado de Asunción. A menos que en los países mayores se articule voluntad política entre dirigentes gremiales, político-partidarios y en funciones oficiales que haga primera prioridad de los mencionados objetivos del Tratado y del Focem, en consenso con los países pequeños. Imprescindibles serán mayorías así como presupuestos suficientes para implementarlos.