Por Antonio V. Pecci - Periodista y promotor cultural
¿Quién y cuándo se creaba la guarania? ¿Dónde y quiénes la interpretaron? Estas preguntas aparentemente triviales no lo son tanto, ya que hasta hace pocos años se tenían pocos datos e, incluso, en las décadas de 1960 y 1970 se emprendió una campaña de desinformación sobre el punto.
Sin embargo, gracias a nuevos datos surgidos y la lectura atenta de lo que sucedió en los citados años de la polémica sobre la creación de la Guarania, podemos precisar con certeza cómo y cuándo se crea este género musical que le dio identidad al país.
La fuente más importante para los investigadores es el libro, agotado hace varios años, “José Asunción Flores. Génesis y verdad sobre la guarania y su creador” de Sara Chaves de Talía. El mismo es un volumen de 100 páginas, editado en 1976 en Buenos Aires, costeado por la autora, y recoge relatos del gran músico que la eligió a ella como biógrafa.
El libro, según la autora, es un fragmento de un trabajo más amplio. “Toda la obra está basada en las conversaciones que sosteníamos mi marido y yo con Flores luego de una cena que terminaba siempre con un buen mate cocido. Su conversación era florida y profunda, sus frases directas, a veces descarnadas (...) De vez en cuando escuchábamos discos paraguayos que lo dejaban siempre pensativo y concentrado. Al rato comenzaba a hablar sobre música”, señala.
En el texto que recoge dichos testimonios Flores relata a su biógrafa las etapas preliminares a la creación de la guarania, que fue un proceso que le llevó aproximadamente dos años de intenso trabajo en que la Banda de Policía juega un papel central como formadora de talentos musicales.
A lo que suma las investigaciones y los estudios que realiza por su cuenta el joven músico, angustiado porque en el repertorio de las orquestas prácticamente no figuraba la música paraguaya y las pocas partituras estaban mal escritas. Flores realiza el experimento con la polca “Ma’erapa reikuaase” (Para qué quieres saber), de Rogelio Recalde, pasándola a un ritmo más lento.
Lo que resultó un acierto, permitiendo la escritura correcta que permitía que los músicos extranjeros pudieran interpretar fácilmente polcas y galopas. Pronto se dió a la tarea de avanzar en la escritura de una nueva forma musical de aire nostálgico y con un ritmo lento, en 6 x 8.
Nace la primera guarania
Ese proceso de búsqueda culminará en enero de 1925 cuando el músico entrega a tres destacados músicos europeos radicados en el país, la partitura de “Jejuí”. Alfred Kamprad, violín; Alfred Brand, piano y Erik Piezunka, cello, actuaban en el Hotel Cosmos de Asunción, ubicado en Colón y Estrella, actual Asunción Palace Hotel, y aceptaron interpretarla.
El país vivía un momento de aguda crisis económica, de revoluciones y cuartelazos, que se calmaron un tanto desde la toma de posesión del doctor Eligio Ayala en 1924, político de notable formación, honestidad y firme carácter para el manejo del gobierno. Pero, a la vez, “era un momento de resurgimiento nacional que estimulaba a los músicos, poetas y artistas en general a escibir y componer”, dice Sara Talía.
Se realizaban animadas tertulias sobre la Reforma Universitaria de Córdoba iniciada en 1918, que se había extendido a toda Latinoamérica; sobre la Revolución Rusa de 1917 y la finalización de la Primera Guerra Mundial, de 1914 a 1918. La juventud salía a las calles a manifestarse exigiendo un futuro mejor, pidiendo justicia para los ‘mensú’ esclavizados en los yerbales, y creando periódicos y revistas, dado el ambiente de libertad existente en ése momento, donde descollaban Facundo Recalde y Hérib Campos Cervera. El pensamiento de Rafael Barrett y sus escritos eran evocados con fuerza.
“Era una noche de enero. A pesar del calor, un hálito de frescura traía la brisa del río y llenaba la terraza del Hotel Cosmos, repleta de gente que charlaba y bebía cerverza, refrescos, whisky y esas cosas... En torno de una mesa el Presidente de la nación, Doctor Eligio Ayala, departía con amigos. Se hizo el silencio. La orquesta inició la ejecución de ‘Jejuí’.
Las melodías vibraban en lo íntimo de cada oyente como una canción de cuna adormecida por el tiempo y que de pronto se oía de nuevo. Diríase que aquella música ejercía una atracción irrestible sobre la gente. Algunas mujeres tenían los ojos húmedos de emoción. Los virtuosos no cabía en sí. Era tal la fluidez con que aparecían los acentos y coloridos de la composición.
-¡Qué novedoso estilo!, dijo Brand.
-¡Estupendo!, se dijo Kamprad. Y Piezunka no dejaba de mover la cabeza como si hiciese una reverencia.
El público entusiasmado aplaudía a más no poder. Eligio Ayala dijo: ‘Nunca he oído esta música. Es algo nuevo, sin embargo parece conocida. '¿Quién es el autor?’.
No hubo respuesta.
Entonces se levantó y dirigiéndose hacia el proscenio: ‘Disculpen por favor, ¿quién compuso eso?’.
-Uno de los músicos de la Banda de Policía, le respondió Brand. Se llama José Asunción Flores. Un muchacho talentoso.
-Hay que felicitarle. Es la obra de un gran artista.
-De estilo y originalidad excepcionales, acotó Kamprad.
Y Piezunka asintió con una muda inclinación de cabeza. El Dr. Ayala pidió ‘bis’ para deleite de todos.
-Gracias, dijo, y se volvió.
Volviéndose a los amigos expresó en voz baja: ‘Se trata de un compositor llamado José Asunción Flores. Es uno de los músicos de nuestra Banda de Policía’. Agregaría también: ‘Acaba de nacer la verdadera música paraguaya. Dios reserva a cada uno lo que ha de ser. Es el caso de este músico. Ese soldadito tiene gusto y poderosa mentalidad. Saldrá del anonimato. Se hará famoso por el arte insuperable con que maneja la cadencia’ expresaba el político educado en Europa”.
Días después según la biógrafa se realizaba un banquete oficial en homenaje al Dr. Ayala en el Hotel del Paraguay. A pedido del mismo la orquesta incluyó ‘Jejuí’ en el programa.
Tiempo después Flores, hijo de una humilde mercadera, Magdalena Flores, crearía ‘Arribeño resay’ (‘Lágrimas de un arribeño’), luego de innumerables ensayos con un grupo de compañeros de la citada banda. ‘No puedo dejar de recordar a mis viejos y queridos compañeros de la Banda, quienes desde un principio apoyaron con calor el surgimiento de la Guarania. Mi gratitud para todos ellos: Darío Gómez Serrato, Rudecindo Lugo, Rivas Ortellado, Manuel Cardozo, Gerardo Fernández Moreno, Cristóbal Rodríguez, Mauricio Cardozo Ocampo y otros’, señalaba a su biógrafa. Añadía además una mención especial a sus profesores Nicolino Pellegrini, director de la Banda, Salvador Déntice, vicedirector; Agustín D’Amico, Eugenio Campanini y otros.
Para la nueva obra se incorporaron versos en español y guaraní del joven poeta Rigoberto Fontao Meza, oriundo de Villa de San Pedro, que fueron todo un acierto. Estrenada en el Teatro Nacional, hoy Municipal, ‘Arribeño resay’ fue recibida con emoción por el público, que pidió reiterados ‘bis’. Lo que hizo que fuera incorporada al repertorio de serenatas, muy comunes en las noches asuncenas, consagrándose así en el gusto popular.
En la década de 1970 el músico e investigador Mauricio Cardozo Ocampo haría un hallazgo importante al encontrar un fragmento de la partitura de ‘Jejuí’, poniendo al descubierto la campaña difamatoria que la dictadura stronista llevó a cabo por esos años negándole la autoria del nuevo género musical a Flores, queriendo adjudicársela a Manuel Ortíz Guerrero. Un claro propósito político de descalificar a quien había denunciado la situación de los presos políticos en el Paraguay en los años 60.
Como nos diría Darío Gómez Serrato en una entrevista en 1976, Flores y Ortíz Guerrero se conocieron en 1928, tres años después de la ejecución de la primera obra. Quien los presentó fue Gómez Serrato, amigo común de ambos artistas, con lo que se abriría una de las etapas más fecundas de la guarania a raíz de la colaboración de ambos para creación de temas inmortales como ‘India’, ‘Panambi vera’ (‘Mariposa brillante’), ‘Kerasy’ (‘Sueño doliente’), ‘Ne rendápe aju’ (‘Junto a ti vengo’). Temas que trascenderían a Buenos Aires y luego al mundo.