Olimpia tuvo un arranque de juego nervioso e impreciso. Los franjeados traicionaron la filosofía futbolística de su entrenador Chiqui Arce. Superados quizás por la ansiedad, perdieron la tenencia del esférico y, por consecuencia, el control del juego quedó a merced de los luqueños.
El equipo de Eduardo Rivera no pudo sacar provecho de la desorientación decana, porque careció de jugadas profundas. Apenas una aproximación de riesgo pudo generar en el primer tiempo, gracias al coraje de Luis Miño que apiló a tres franjeados y su remate fue desviado por Víctor Centurión.
Recién después de los 30’ Olimpia pudo generar un par de jugadas colectivas que recogieron los aplausos de los aficionados de la franja, pero no inquietaron mucho al golero Giménez.
CAMBIOS ACERTADOS. En la complementaria, Chiqui cambió de figura táctica (4-3-1-2) y puso en cancha a Blas Riveros y Jorge Salinas. Con ambos ganó en dinamismo y su equipo comenzó a dañar por los dos extremos. Rivera, por su parte, intentó fortalecer su ataque con el ingreso del argentino Ortiz y de Alegre. El atacante debutante ganó varias pelotas aéreas, pero no tuvo intérpretes para trascender un poco más.
Olimpia hizo la diferencia gracias a la jerarquía de sus figuras individuales, pero quedó en deuda en su funcionamiento colectivo.