Fue ministro de Hacienda y estuvo al frente del Ejecutivo en los años previos a la Guerra del Chaco.
Un sueño largamente acariciado por los liberales se cumple mañana. Se trasladan los restos del ex presidente Eligio Ayala al Panteón Nacional de los Héroes, un hecho impensado durante los gobiernos colorados que precedieron al actual.
De esta manera, el antiguo Oratorio de Nuestra Señora de la Asunción será el lugar de descanso definitivo de quien es considerado como el mejor presidente que tuvo el Paraguay.
Ayala es recordado por la austeridad de sus acciones al frente de la Presidencia, así como por el decidido impulso dado a la economía y a la educación, a pesar de los rigores sufridos a causa de la falta de créditos internacionales del Paraguay, por morosidad.
Sin embargo, el mejor recuerdo de Eligio Ayala es la honestidad con que condujo el país en una época de mucha efervescencia política. Para retratar su integridad, se recuerda la anécdota de que corrió pistola en mano a una persona que le ofreció un soborno cuando era ministro de Hacienda, según relata María Luisa Ayala Bosio en un escrito biográfico del ex presidente.
También se recuerda que caminaba como cualquier ciudadano común, sin guardia alguna.
Hijo de Manuela de Jesús Ayala y de Manuel Sisa, Eligio Ayala fue presidente de la República en el periodo 1924/1928, años previos a la Guerra del Chaco con Bolivia.
Antes de llegar a la presidencia fue diputado, ministro de Hacienda, en el gobierno de Manuel Gondra, y presidente provisorio durante la guerra civil de 1922, cargo al que renunció para candidatarse a la presidencia.
Durante el gobierno de José P. Guggiari, quien le sucedió en la presidencia de la República, también fue ministro de Hacienda. Ayala tuvo un hermano mellizo de nombre Emilio.
Eligio hizo sus estudios en el Colegio Nacional de Asunción y se graduó de doctor en Leyes en 1905 en la Facultad de Derecho de Asunción. Estudió Filosofía, Economía y Estética en Heidelberg, Alemania, y Filosofía en Zurich, Suiza.
MUERTE PASIONAL. Murió prematuramente en un enfrentamiento a balazos el 24 de octubre de 1930, tras un incidente pasional en que estaban involucrados Hilda Diez (su sirvienta y amante) y Tomás Bareiro. De esta manera, un incidente pasional acababa con la vida de uno de los políticos más dignos del país.