Por Elías Piris - epiris@uhora.com.py | Twitter: @eliaspiris
Fotos: Sonia Delgado
A Sapucai se llega por una estrecha ruta que empalma las ciudades de Paraguarí y Villarrica. Si bien es de día, con nostalgia ajena y algo de tristeza observamos el ocaso de lo que fue un floreciente poblado en los tiempos del tren. En estos tiempos ya no se escuchan los silbidos ni el ruido de la locomotora sobre los rieles, pero en el medio de la dolorosa y casi vacía escena que dejan el éxodo y el desarraigo, algo se resiste a morir...
El encuentro con doña Francisca Colmán Chávez no estaba pautado y fue de pura casualidad, la encontramos con su burro, su “compañero de trabajo”, al costado de la mencionada ruta. A su lado camina una mujer joven con una niña recién nacida en brazos, “la última de 12 hijos” nos comenta después de abordarla. "¡Pero nde guapa formal!”, replica Reinaldo, corresponsal de Telefuturo en Paraguarí. Ella contesta con una risa sincera y profunda, a pesar del cansancio y los maltratos de su ex esposo, a quien dejó por “golpearla demasiado” como confiesa con un dolor atragantado.
Lo que deja pasmado al forastero, es que Laura Beatriz, su última hija de apenas 2 meses y medio de vida ya sube y baja la empinada elevación donde se encuentra la compañía denominada “Cerro Roke” (Puerta del Cerro), donde se asientan las humildes casas de madera y paja de las burreritas de Sapucai.
Orgullosa nos muestra y nos ofrece los remedios refrescantes que oferta a G. 500 cada uno, también vende piñas “A cinco mil la yunta”, es decir dos unidades de la jugosa fruta de estación.
Doña Francisca gana en promedio G 20.000 a 25.000 por día. Es que las ventas ya no son como antes y este año fue aún más difícil por la sequía, lo que describe con una frase contundente, capaz de sintetizar un estado de preocupación: “Hendy kavaju resá”.
Llegamos al mercado de Sapucai, sitio donde el visitante puede entender la desolación de una ciudad que alguna vez fue poblada por ingleses. Recorrimos los pasillos del otrora lugar de abastecimiento de la comunidad y no encontramos nada. Así mismo, nada... todo estaba vacío. En ese lugar ruinoso, hallamos a nuestra segunda burrera, doña Catalina Ávalos de 61 años de edad, quien hace 35 años se levanta a las 05:30 AM para bajar al pueblo a vender mandioca, poroto manteca, choclo, frutas y “churas” (menudencias).
Su compañero de trabajo tiene 4 años de edad y con ternura en los ojos recuerda que lo vio nacer: “Le conozco desde burrito”, comenta. En sus más de tres décadas de trabajo ya vio nacer y morir a 12 nobles y sacrificados burros. Señala que cada animal vive en promedio unos 8 años y que cuando están por fallecer se acuestan al suelo como señal de cansancio.Tiene 9 hijos, a quienes mantuvo y sacó adelante gracias a sus ventas, uno de ellos se encuentra en Cuba estudiando medicina. Así como una infinidad de mujeres paraguayas que dependen de lo que ganan por día para poder sobrevivir, carecen de un salario fijo, seguro social y vacaciones, Doña Catalina espera que su hijo pronto pueda ejercer la profesión, así “descansar un poco”. Aprovecha para pedir a las autoridades un baño para el mercado, ya que no tienen un lugar donde hacer sus necesidades y también carecen de agua potable. “Necesitamos un pozo artesiano, porque con la sequía no podemos lavar nuestros productos en el arroyo y en vez de vender comida, vendemos microbios”, se queja.
Ella también señala que sus ganancias van desde G. 20.000 a G 30.000 por día. Haciendo un cálculo rápido, estas laboriosas señoras que lunes, miércoles y viernes ascienden y descienden más de 300 metros de altura para comerciar sus productos, ganan por semana G. 90.000, es decir, al mes sus ganancias son de G. 360.000, mucho menos que el salario mínimo establecido.
Nuestra tercera burrerita entrevistada es Ña Natalia, quien señala que está hace 28 años en el rubro. Pese a que este 2014 comenzó con sequía, por ende, con las ventas en baja, mantiene una sonrisa radiante como el sol del mediodía que quema la piel.
Con el sudor en la frente y sombrillas para esquivar la traicionera resolana de la siesta, las tres sobrevivientes del pueblo fantasma hacen una parada obligatoria en un almacén en la falda del cerro. El menú consiste en fetas de mortadela con blandos pedazos de galleta cuartel recién salida del horno, la bebida es una gaseosa bien helada para apaciguar un poco el calor de estas latitudes.
Terminado el improvisado almuerzo se disponen a subir el cerro. La niña de dos meses duerme plácidamente en los brazos de su madre. Subimos con ellas para experimentar esa sensación que describimos como “única”. Llegamos hasta la mitad...
-"¿Pé manó pio?” (Les mató la subida), nos pregunta entre risas Ña Natalia.
-"No”, contestamos. Pero nuestra respiración dificultosa nos delata. Ellas saben que estamos cansados, ellas saben que somos más endebles, que estamos hechos de “otra madera”.
Antes de que continúen el camino por el sendero de resbalosas piedras del “Tape Bolí” –construido por prisioneros de guerra bolivianos- nos despedimos agradeciéndoles y deseándoles fuerzas para el resto de la jornada. Nos agradecen la visita y continúan subiendo, al doblar la curva desaparecen, como si pasaran a otra dimensión. Es ahí cuando comprendemos que estas mujeres de hierro, son las que llevan a cuestas la historia de la heroica mujer paraguaya.Burrerita - Música Félix Pérez Cardozo - Letra: Antonio Ortiz Mayans
No despunta aún el alba cuando inicias tú la marcha
y al mercado te diriges a llevar mba’e repy
no haces caso de la lluvia ni te importa si la escarcha
solo pueden depararte el dolor de un mba’asy.
II
Las penurias han curtido día a día tu existencia
han armado de coraje tu perenne pyhare
y te han dado elementales enseñanzas de paciencia
para así en la desgracia sostenerte mbarete.
III
Y trotando burrerita desde tu humilde tapyî
entre montes y praderas cien caminos reipykui
con tus árganas bien llenas de naranja y mandi’ó
vas por calles asuncenas repartiendo ka’avo.
IV
Por el duro pan diario legua y legua vas andando
sobre el lomo del burrito al que tienes como irû
al cruzar así las calles al trotar tú vas dejando
un retazo de tu vida de obrerita mboriahu.
V
Son tus días tan iguales que no tienes un domingo
de placeres o de goces en tranquilo pytu’u
burrerita paraguaya en mis versos te distingo
y te abrazo en mis estrofas con ardiente kunu’û.