Sergio Cáceres Mercado
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Los estudiantes de cine o audiovisuales, para cumplir un requisito evaluativo impuesto por una asignatura o para cierre del año académico o conmemoración de una fecha especial, realizan cortometrajes. He visto unas cuantos de estos cortos; la calidad de tales producciones deja mucho que desear, pero siempre es perdonable porque proviene de chicos que están recién empezando la carrera.
Cuando vi Santificar lo profano sentí que estaba frente a una de aquellas realizaciones, un largometraje hecho por estudiantes, aunque en buena parte ya no lo eran, por lo tanto su baja calidad artística y técnica ya no puede perdonarse. Digo en parte porque los actores son casi todos amateurs, gente que está aprendiendo el arte de la actuación, aunque actuación frente a cámaras parece ser una asignatura pendiente en su formación. Sin embargo, el equipo también tiene profesionales que ya tiene experiencia haciendo cine, especialmente en el aspecto técnico como el gran compositor Rolando Chaparro o un cineasta como Ray Armele que estuvo como asesor.
La edición no está bien trabajada, pues hay escenas que no se concatenan bien, así como errores de continuidad. El sonido es estridente por momentos, y en los diálogos el micrófono está mal regulado y aturde a veces. La toma aérea es buena, pero muy repetitiva.
Agustín Núñez es un gran director de teatro, pero es obvio que para dirigir cine le falta mucho. Lo mismo podemos decir de su guion, pues como dramaturgo ha escrito obras para las tablas que han sido de gran calidad, pues lo he visto con gran satisfacción. Pero escribir para el cine no es igual. La historia es muy plana, no tiene riqueza en su trama y en su argumentación hay líneas muy triviales e infantiles. Hay personajes que de repente aparecen sin ningún desarrollo. De la dirección de los actores no puedo hablar porque son extremadamente verdes y posiblemente el director no puede hacer mucho ahí.
La intención de contar una historia real es buena, más aún si tiene como intención la denuncia social, sacar al tapete la situación de algunos marginados. Ver cómo viven y piensan los de la Chacarita es un buen rescate, aunque no estoy seguro si al querer limpiar su imagen se logró el objetivo o se la embarró más. No es una buena película, pero eso no debe desanimarlos, sino al contrario, deben seguir trabajando y volver a presentar algo mejor. Es un tropiezo, y en levantarse y continuar esforzándose más está la clave.
Calificación: * (mala)