Por Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman
Las miles de personas que acudieron a la celebración de la Semana Santa en la compañía Tañarandy, Misiones, en abril de 2014, se encontraron con una interesante y grata novedad: Ese año se exhibían por última vez los ya tradicionales “cuadros vivientes” del arte universal, representados por actores campesinos, y se iniciaba una nueva tendencia, rescatando elementos del arte religioso indígena, desde su época pre colombina.
En esa edición, el conocido pintor y escultor Koki Ruiz, principal impulsor de la intervención artística que se inició en 1992 en Tañarandy, al frente de un gran equipo de creadores populares maravilló a los asistentes con la primera versión del Altar del Maíz, en realidad un retablo vegetal construido con frutos del campo, especialmente con más de 7.000 mazorcas de maíz, calabazas y frutos del cocotero, que ofrecían un imponente decorado al anfiteatro natural de la Fundación La Barraca, a la entrada de la compañía rural, próxima a la ciudad de San Ignacio.
Una hábil combinación de color dorado y verde, que desde la distancia parecía ser de oro puro bajo el efecto de los reflectores de luz, despertó la gran admiración del público.
En el centro superior del retablo, encarnada por una joven actriz de la comunidad, fue presentada la imagen de una virgen, inspirada en la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, pero que en vez de las clásicas vestimentas de metal con que la idealizaron los religiosos y conquistadores españoles, estaba cubierta con túnicas y capas hechas de chalas de maíz.
“Es una virgen que evoca a la Virgen de la Caridad del Cobre; sin embargo, nosotros la bautizamos como la Virgen del Maíz, porque en lugar del oro o del cobre metálico con que la cubrieron los españoles, la cubrimos con el fruto de la tierra, que para los pueblos guaraníes es un tesoro mucho mayor que el oro, ya que es su principal alimento”, explicó en su momento Koki Ruiz.
En la edición de la Semana Santa de 2015, el artista y el grupo de creadores que lo acompaña, ofrecieron una versión levemente modificada del mismo retablo, aunque ya en una dimensión mucho mayor, que resultó mucho más aclamada por el público.
Fue entonces, cuando ya se había confirmado que el Papa Francisco iba a venir al Paraguay en julio de este año, que los directivos de la comisión nacional organizadora de la visita le preguntaron a Koki Ruiz si podría armar un retablo similar al de Tañarandy, aunque mucho más grande, para la gran misa que el Pontífice va a celebrar el domingo 12 de julio en Ñu Guasu.
Así se inició el desafío...
El arte, como expresión colectiva.
Desde el principio de la revolucionaria experiencia de intervención artística en la comunidad de Tañarandy, iniciada en la Semana Santa de 1992, el pintor Koki Ruiz ha buscado involucrar a la población, especialmente a los jóvenes, en la creación de obras y expresiones de arte.
Para ello ha creado espacios de formación como el taller Felipe Santiago Apocatu, como parte de la Fundación La Barraca, o el actual taller El Molino, donde niños y jóvenes de Tañarandy y San Ignacio han aprendido disciplinas artísticas como pintura, escultura, artesanía, teatro.
“Cualquiera puede ser un artista. La cuestión no pasa, sin embargo, por saber pintar o dibujar. Tampoco por una auto-consagración ni el elogio del grupo filial, amical. La estética es socialmente vivida y realizada. El arte es la proyección del talento que nace de una concepción del mundo y adquiere una creatividad social”, le dijo Koki Ruiz en estos días al periodista y filósofo Juan Andrés Cardozo, quien llegó hasta el taller El Molino, donde se está construyendo el imponente retablo de maíz para la misa con el Papa.
“Esta poética social me ha llevado a trabajar para la re-presentación existencial de la realidad humana y transhistórica. Partiendo originariamente de un imaginario colectivo y de una práctica genuinamente social. En esta dimensión aparece la veracidad estética peculiarmente universal, cimentada en una acción y valoración públicas”, le dijo Koki a Cardozo, quien transcribe el diálogo que mantuvieron.
Elementos indígenas en la obra para Francisco
En la versión de la obra que Koki dirige para el encuentro con el papa Francisco, que tendrá unos 40 metros de ancho y llevará una cruz de unos 17 metros, hay variaciones importantes con respecto a la versión original que se presentó inicialmente en Tañarandy.
Esta vez no habrá ninguna Virgen del Maíz, sino dos imágenes gigantes de San Ignacio de Loyola y de San Francisco de Asís, de 4 metros de altura por 3 de ancho, coloreados con semillas de locro y poroto, conservando la utilización de los frutos agrícolas como elementos de diseño.
Este recurso, la utilización de los productos del agro, es el que rescata los elementos de las religiones indígenas, que ya existían antes de la llegada de los europeos al continente americano y que posteriormente siguieron existiendo durante la colonización, aunque transformadas en un proceso de sincretismo o aculturación, mezcladas con elementos del catolicismo y del cristianismo.
“El maíz era el fruto sagrado de los guaraníes, como de otros pueblos indígenas. Para ellos, el valor más preciado era el fruto de la tierra. El simbolismo que rescatamos con esta obra es el del mestizaje entre la cultura indígena y la cultura europea”, destaca Koki Ruiz.
El gran Retablo de Maíz, construido por un equipo de aproximadamente 20 artesanos de Tañarandy y San Ignacio en el Teatro El Molino, será trasladado por piezas este domingo 28, en una flota especial de grandes camiones, escoltados por una larga caravana de vehículos, tendrá paradas en varios pueblos y ciudades a lo largo de la ruta 1, hasta arribar al predio de la Fuerza Aérea, en Ñu Guasu, donde será montado durante la próxima semana para la misa con el Papa.