EFE
Son cientos, por no decir miles, las curiosidades de unos premios que se entregaron por primera vez el 16 de mayo de 1929 en un banquete privado en el Hotel Roosevelt de Los Ángeles (EEUU). Asistieron 270 personas a la entrega de unos premios que se habían anunciado tres meses antes.
Tenían 12 categorías frente a las 24 actuales. Y de aquel reducido grupo de asistentes se ha pasado a los 3.300, que es la capacidad del Teatro Dolby de Los Ángeles, donde se celebra un espectáculo que es televisado a todo el mundo.
Un seguimiento que hace que cualquier cosa que pase ahora en la ceremonia se convierta, inmediatamente, en la noticia del día, como ocurrió en 2012 con la caída de Jennifer Lawrence cuando subía al escenario a recoger su Óscar a mejor actriz o con el selfie lleno de famosos que tomó en 2013 la presentadora Ellen DeGeneres.
Pero en los Óscar de antes de la globalización también se produjeron muchos momentos memorables. La entrega de más de 3.000 estatuillas ha dado mucho de sí.
E incluso antes de entregarlas, porque uno de los momentos más estresantes para la Academia de Hollywood fue cuando en el año 2000 robaron el camión que las transportaba desde Chicago a Los Ángeles. Aparecieron, pero desde entonces, siempre hay suficientes de reserva en los almacenes de la Academia.
Mucho cuidado que no impide fallos garrafales como el del año pasado, cuando el equipo de La La Land subió al escenario para recoger el Óscar a mejor película, que en realidad era para Moonlight.
Un momento que pasará a la historia, como tantos otros -la mayoría felices- de las galas de los Óscar.
Todo amante del cine se acuerda por ejemplo de cuando en 1972 Marlon Brando rechazó el Óscar por The Godfather en protesta por el trato a los indios americanos y mandó a la activista india Sacheen Littlefeather a anunciarlo.
O cuando el italiano Roberto Benigni se paseó sobre los sillones y cabezas de los asistentes a los Óscar de 1999 antes de recoger su premio por Life is Beautiful.
En las retinas o más bien en los tímpanos de todo el mundo se grabó aquel "¡Pedrooo!” que exclamó Penélope Cruz para anunciar el Óscar a mejor película en lengua no inglesa que se llevó su amigo Almodóvar por Todo sobre mi madre.
Y más sorprendente aun, el hombre desnudo que apareció corriendo detrás del elegante David Niven en la gala de 1973. Su flema británica fue capaz se sobreponerse con fina ironía al espectáculo.
Otros buenos momentos los protagonizaron Jack Palance en 1991, con 73 años y haciendo flexiones sobre el escenario, o Kirk Douglas y Burt Lancaster haciendo casi un número circense en 1958.
O la sorpresa, hipo y balbuceos con que recibió Anna Paquin el Óscar por The Piano. Algo lógico porque solo tenía 11 años.
Más joven aun era Shirley Temple, que con solo seis años recogió una estatuílla, pero de honor, mientras que Tatum O’Neal sí es la más joven ganadora de un premio oficial, con 10 años, por Paper Moon.
El más mayor, Christopher Plummer, que con 82 años se llevó el premio a mejor secundario por Begginers, un récord que él mismo podría batir este año si gana su nominación por All the Money in the World porque ya ha superado los 88 años.
Pero en lo que se refiere a récords, el de más premios lo tiene Walt Disney, el mago de la animación, que conquistó 22 Óscar, todos como productor. En lo que a una categoría se refiere, el que más estatuíllas acumuló en su carrera fue precisamente el que la diseñó. Cedric Gibbons, con 11.
La edición número 90 de los Premios Óscar se realizará el próximo 4 de marzo en el Dolby Theatre de Los Ángeles, California, Estados Unidos.