Hasta el momento no ha sido procesado ningún político o funcionario de la Agencia Central de Inteligencia por el maltrato de sospechosos, pero al menos para el ex psicólogo de la Fuerza Aérea, Bruce Jessen, hubo una repercusión a nivel local por su papel en la llamada “guerra contra el terrorismo”.
Jessen renunció como obispo de una congregación mormona en Spokane, Washington, después de que activistas por las libertades civiles y los derechos humanos criticaron su pasado profesional en un periódico local.
“Simplemente pensé que sería injusto llevar esa controversia a mucha otra gente, así que decidí dimitir”, afirmó Jessen.
La CIA pagó USD 80 millones a una compañía dirigida por Jessen y otro ex psicólogo de la Fuerza Aérea, James Mitchell, según el informe publicado esta semana por el Senado estadounidense.
El reporte aseguró que los dos recomendaron los ahogamientos simulados, las bofetadas en la cara y los enterramientos falsos para los prisioneros sospechosos de ser terroristas.
Ambos son identificados con seudónimos en el informe, pero fuentes de la inteligencia les identificaron por sus nombres. Mitchell dijo al principio de la semana que el texto era un “montón de tonterías”. Jessen dijo que un acuerdo de confidencialidad le impide hacer comentarios.
“Es una posición difícil para estar. Uno quiere aclarar las cosas”, dijo. Asimismo, acusó a los medios de publicar “distorsiones” sobre los métodos de interrogación de la CIA.
Jessen, de 65 años, solo llegó a estar una semana al frente de su congregación de 300 personas en Spokane cuando se vio obligado a dimitir en octubre de 2012.
“Se debió a la preocupación expresada por su trabajo pasado relacionado con las técnicas de interrogación”, dijo Eric Hawkins, un portavoz nacional en Salt Lake City para la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, como se conoce formalmente a los mormones.
“Líderes locales se reunieron con Jessen y decidieron juntos que sería difícil para él servir como un líder efectivo en esa posición”, dijo Hawkins.
En tanto, las llamadas en el Reino Unido a esclarecer las acciones de los servicios secretos británicos en la “guerra contra el terrorismo” no han parado de aumentar desde que se dieron a conocer las torturas de la CIA.
El informe del Senado de Estados Unidos ha resucitado muchas preguntas todavía sin respuesta sobre lo que hicieron el MI5 y el MI6, las agencias de espionaje interna e internacional, después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en EEUU. Los británicos son los aliados más estrechos de Washington y ambos fueron de la mano a Irak y Afganistán. reuters-afp