Muchos creíamos que estábamos más cerca de la llegada del país al grado de inversión. Hoy tenemos la calificación BB con perspectiva positiva, y solo nos queda subir un peldaño a BB+ y luego otro peldaño más al deseado BBB-, que es la menor calificación de grado de inversión. Pero para subir estos dos peldaños que nos faltan parece que vamos a necesitar entre uno a dos periodos presidenciales. La meta está más lejos de lo que creemos.
Nosotros pasamos bien el examen macroeconómico con muchas fortalezas. Somos el país menos endeudado de nuestra categoría BB y en consecuencia con el menor costo de intereses. Tenemos mucho espacio para subir la presión tributaria, mantenemos buenas reservas internacionales, somos una economía poco volátil que se está industrializando y mitigando la dependencia de los mercados de commodities. Aun estando en una geografía donde los países vecinos han sufrido rebajas en sus calificaciones, y siendo ellos nuestros mayores socios comerciales, nosotros no hemos sentido su impacto. Estamos creciendo más que ellos, atraemos más inversiones proporcionales a nuestro tamaño, demostrando así un gran mérito: que nuestro desempeño no tiene correlación con los vecinos. Entonces el riesgo de no poder pagar los bonos soberanos es mínimo, las tasas de interés así lo reflejan, pues como gobierno ya nos financiamos a tasas de grado de inversión. El frente financiero/numérico es una fortaleza. Pero la macro no es suficiente.
Nuestra debilidad está en otros frentes, más subjetivos, más profundos, más humanos, y mucho más difíciles de mejorar. Las vulnerabilidades son la desigualdad de ingresos, donde hay pocos ricos y una enorme masa de gente que apenas sobrevive; el precario desempeño de la educación, que no habilita al bono demográfico a conseguir empleo; y las débiles instituciones del Estado que son manejadas arbitrariamente. Además convivimos con una enorme economía informal que se maneja con dinero en efectivo, y tenemos un mercado de capitales interno pequeño que en nada podría ayudar si necesitamos protegernos del caprichoso financiamiento externo. Asimismo, nuestra Justicia no creíble, y existe una percepción de corrupción que permea casi todo.
Superar estas vulnerabilidades nos llevará mucho tiempo, pues tiene que ver con la madurez de nuestra sociedad. No basta con tener dinero para pagar la deuda, sino con ser una sociedad justa, previsible, segura, y con un capital humano que sustente sólidamente el crecimiento. Los ojos del mundo nos miran buscando madurez, y no le convenceremos solo con dinero. Poder pagar ya no es suficiente en el mundo actual, ya que también hay que ser serios, buscar el desarrollo humano, fomentar una sociedad honesta, algo más subjetivo, pero es la verdadera fortaleza de países más ricos.
Queda claro que no vamos a llegar al título de BBB haciendo más de lo mismo. Nuestro crecimiento del 4,5% del PIB es bueno, pero no suficiente para cubrir el crecimiento demográfico y asegurar una mejor distribución de renta. La inercia no nos llevará al destino. Tenemos que dar un salto decisivo en la gobernanza, debemos ejecutar profundas reformas del Estado, atacar problemas endémicos como la corrupción, bajar la impunidad y que la Justicia sea justa y rápida.
Algunas de las recomendaciones concretas que recibimos son: todos los partidos políticos deben respetar la independencia del Banco Central; los presupuestos de la nación tienen que respetar la Ley de Responsabilidad Fiscal; se deben legislar los fondos de pensiones y profundizar el mercado de capitales locales. Al mismo tiempo urge demostrar efectividad en el cumplimiento de las normas internacionales contra el lavado de dinero y financiamiento al terrorismo; sacar la mayor cantidad de gente de la pobreza, entre otras exigencias. La estabilidad política es un sine qua non, donde los políticos pueden pelearse, pero sin arriesgar la economía real ni amenazar el no pago de la deuda soberana. Nos queda un camino largo por madurar, pero la meta vale la pena.