No podemos esperar nada de la Fiscalía. Ni que investigue con rigor qué ocurrió el 31 de marzo pasado en el Congreso, ni que esclarezca quiénes son los verdaderos responsables del homicidio de Rodrigo Quintana, ni que logre condenar a intendentes, ministros o cualquier otro político procesado por corrupción.
Luego de escuchar cómo un abogado relató la compra de imputaciones y la negociación de favores a cambio de apoyo político en la terna para fiscal general, seríamos no solo inocentes sino estúpidos en confiar en la palabra de alguna autoridad de la Fiscalía.
Mucho menos podemos esperar que el Ministerio Público trate siquiera de acercarse a la red de tráfico de influencias que tejió Óscar González Daher desde el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados. Quizás suene a pesimismo, pero seamos claros: Esta Fiscalía no puede cambiar la manera en que se negocian y cocinan los procesos judiciales en Paraguay. De hacerlo, se terminaría persiguiendo a sí misma.
Tampoco podemos guardar muchas expectativas del Poder Judicial. Los ministros de la Corte no escaparon a las grabaciones de las conversaciones telefónicas de Raúl Fernández Lippmann, el ahora ex secretario general del Jurado.
No solo escuchamos cómo jueces trataron sus causas directamente con un senador, sino también cómo el abogado Carmelo Caballero contó que se reunió con un miembro de la Corte Suprema de Justicia para hacer lobby. Resulta inverosímil que los ministros de Corte, con dos representantes en el Jurado, recién ahora se enteren de las negociaciones que se hacían bajo sus narices.
El esquema no empieza ni termina con González Daher, pero sí nació y creció bajo el amparo de todos los órganos judiciales, abiertos a la coima, al prevaricato y al delito en general. Por eso todos los actos investigativos que realice esta Fiscalía revisten de teatralidad y patetismo. Sin dudas, habrá chivos expiatorios y quizás hasta sean pesos pesados de la Justicia caídos en desgracia en esta debacle. El mismo Raúl Fernández Lippmann ya fue imputado por tráfico de influencia. González Daher entró en la historia al ser el primer senador en perder su investidura. Puede ser que algún día hasta sean condenados y vayan presos, pero las posibilidades de que eso ocurra aún son muy remotas.
La reforma judicial vuelve a estar en boca de varios políticos y todo aquel que no fue salpicado por este escándalo ahora alega indignación y pide una Justicia independiente.
La rosca que opera desde el Jurado no nació con Óscar González Daher y seguirá existiendo bajo el cobijo de otros nombres, otros políticos, nuevos y viejos zorros que negociarán causas por algunos miles de dólares en un sistema judicial que hace tiempo caducó.
Los jugadores se sustituyen, pero el juego continúa y se replica en todo el país, dejando en su tendal de víctimas a los desposeídos, los sin-padrinos y los honestos. El verdadero cambio será feroz, atroz y despiadado, o no será.