06 ene. 2025

En medio de llantos y pedidos de justicia despidieron a Viviana Romina

Una multitud llegó hasta el cementerio de la compañía Ka’aguy Kupe, Itacurubí de la Cordillera, pidiendo cárcel y máxima pena para los agentes de la Senad por el crimen de la niña de tres años.

Caravana.  Vecinos de los padres de Viviana Romina se volcaron a la calle y pidieron justicia para la niña fallecida.

Caravana. Vecinos de los padres de Viviana Romina se volcaron a la calle y pidieron justicia para la niña fallecida.

El patio de la vivienda ubicada en Itacurubí, en el límite del Departamento de Cordillera y Caaguazú, se llenaba de a poco de gente desde tempranas horas de la mañana. En la sala de la pequeña casa, ubicada en un gran patio, velaron el cuerpo de Viviana Romina Paredes Zanotti, la niña que falleció luego de recibir un balazo en la cabeza de parte de agentes de la Senad, que en un operativo fallido rociaron la camioneta del abuelo de la niña, Ulrico Zanotti Cavazzoni, que paseaba junto a su familia en un establecimiento en Nueva Italia.

Las escenas de dolor eran desgarradoras a medida que llegaban los familiares al lugar, que no podían contener la impotencia por la rápida pérdida de la niña, primera hija del suboficial Miguel Paredes (28) y de Romina Zanotti Franco (25).

El hombre se repuso por un instante del dolor, agradeció la presencia de los medios y emitió un conmovedor relato sobre las últimas horas que pasó con su hija. “La última vez que la vi fue el viernes; recuerdo que le toqué el cabello y le dije: ¡Qué hermosa sos hija!”, expresaba compungido Miguel, que sirve en la Comisaría de Guarambaré, donde vive con su familia.

Los fines de semana acostumbran ir hasta Itacurubí, donde el matrimonio, que lleva cinco años juntos, también tiene una pequeña casa en la propiedad de la familia paterna del uniformado.

“Ese viernes, intenté convencerla para que venga conmigo acá (Itacurubí), porque vine a pasar el Día del Padre con mi papá. Mucho le adulé, pero no quiso venir porque tenía clase de danza en Villeta. A las once de la mañana de ese sábado me envió un mensaje de voz y me dijo: “Te quiero mucho, papá, vení junto a mí", agregó el hombre sin poder contener las lágrimas al recordar que su única hija le preparó un regalo por el Día del Padre, que no se animó a abrir hasta ahora.

Pena máxima. Miguel también recordó a los agentes de la Senad y se refirió al pedido de perdón que estos hicieron. Pidió a la ciudadanía que no abandone a la familia en su lucha hasta que los hombres que acabaron con la vida de su hija paguen por lo que hicieron. “Queremos que nos sigan acompañando porque nosotros queremos la pena máxima. Ellos pidieron perdón, pero yo les digo que pidan perdón a Dios. Yo, por mi parte, les digo a ellos que si tienen hijas que les deseo todo lo mejor del mundo”, añadió. A las 13.00, cuando ya una multitud rodeaba la casa, el pequeño ataúd partió hacia el cementerio de la compañía Ka’aguy Kupe, acompañado de un centenar de vehículos entre motocicletas y automóviles.

El pueblo se volcó a acompañar a la familia con carteles pidiendo justicia, guardando un respetuoso comportamiento. Las escenas de dolor se identificaron en el momento de depositar el cuerpo de la niña en el panteón, pasados unos minutos de las 14.00. Llantos, gritos y hasta desmayos de sus seres más queridos ponían de relieve todo el dolor causado a una familia por una muerte hasta el momento inexplicable.