Músico y docente precoz, el maestro y compositor Carlos Schvartzman (69) es uno de los principales formadores de talentos del Paraguay; una fuente de conocimientos a la que recurrieron grandes artistas nacionales, y a la que siguen acudiendo nuevas generaciones que desean ampliar sus horizontes musicales. Aquí el multinstrumentista –es guitarrista y pianista, además toca el bajo, la batería y estudia trompeta–, revela cómo se decidió a enseñar. Además, reclama la falta de compositores para crear una nueva música nacional y opina sobre el folclore, el reguetón, la música electrónica y el jazz, un género que le apasiona
¿Cómo fueron sus inicios?
Yo fui un autodidacta precoz, y comencé haciendo arreglos para un grupo vocal moderno en mi colegio, el Internacional, tenía aproximadamente 14 años. A los 17 formé un grupo, Los Toppers, instrumental, con una instrumentación tipo The Beatles, y hacíamos sus covers y mis propios arreglos también. Ganamos el primer premio de un concurso intercolegial de Radio Cáritas. Poco después, entre mis 18 y 19, estaba enseñando guitarra. Entre mis primeras alumnas estaban dos hermosas damas.
¿Cómo llegó a estudiar en Berklee College of Music?
Me aceptaron gracias a grabaciones y partituras de mis trabajos. Era un curso especial, intensivo, para profesionales de países de afuera, y algunos de Estados Unidos también. Ese curso en Boston fue mi primer contacto con la Academia formal.
¿Por qué se decidió a enseñar?
Al regresar de Estados Unidos, había muy pocos músicos preparados para tocar jazz, el género musical que me apasiona. Frustrado, se lo comenté a mi esposa, quien me dio una idea que nunca olvido: “... Si no tenés músicos afines para firmar tu banda, ¡preparales y enseñales vos mismo...”. Y allí comenzó todo.
¿Cuál es el desafío que se plantea con la docencia, además de lo estrictamente formal? ¿Qué busca transmitir a sus alumnos?
Poseo la pedagogía necesaria para hacer comprender a los alumnos la amalgama de la teoría, de lo académico, con la vida real, la de hacer música.
Una buena parte de los referentes de la música local actual pasó por sus manos, ¿cómo se siente al saber que su trabajo da frutos?
Es muy gratificante y un orgullo para mí ver y escuchar las carreras profesionales actuales de mis alumnos (ex y actuales): Rolando Chaparro, Lobito Martínez, Néstor Barreto, Berta Rojas, Miguel Kunert, Orlando Bonzi, Bicho Escobar, Sergio Cuquejo, Carlos Cazal, Arturo Allegretti, Majo Obregón, Acho Laterza, Livio Sánchez, José Villamayor, Rolfi Gómez, Julia Peroni, Estrella Fedriani de Cantarte, Seba Ramírez, Mario Rodríguez (en New York desde 1986, tocó con el Gato Barbieri y Al Di Meola y otros cientos), Óscar Fadlala... y muchos más, que ya no recuerdo en este momento.
¿Cuáles son algunos recuerdos que atesora?
Fui el primer paraguayo clasificado para el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar. Escribí los arreglos orquestales y dirigí la gran orquesta del Festival. Tenía 22 años. Una experiencia única. Y la segunda, mi estadía en Berklee.
En los últimos años se insiste mucho sobre la renovación del folclore. ¿Cree que realmente existe una evolución? y ¿cuál debería ser el camino?
Hay un intento, a veces funciona, a veces no. Lo que escasean son compositores que puedan empezar una nueva música nacional
En el ámbito del jazz, ¿cómo ve nuestra actualidad?
Creo que el jazz tuvo un crecimiento profesional enorme en los últimos cuatro o cinco años en Paraguay. En gran medida creo que gracias a la instauración de la Licenciatura en Música, énfasis popular/jazz, de la FADA (Facultad de Arquitectura y Arte) en la Universidad Nacional.
¿Qué opina sobre el fenómeno del reguetón y de la música electrónica? ¿Pueden realmente aportar al crecimiento de un músico?
Si las aspiraciones son ganar dinero (comercio), sí puede aportar. Artísticamente, nada.
En los últimos años se volcó un poco más hacia el teclado, ¿por qué?
Toco a nivel profesional decente el bajo eléctrico, batería, y a buen nivel piano y guitarra. Pero como soy compositor y arreglador, en el piano encuentro ese espectro orquestal que no tiene otro instrumento. Ahora de grandecito me impuse el desafío de estudiar trompeta, y lo vengo haciendo... Es un instrumento difícil.
¿Qué le queda por hacer?
No tengo idea. Por ahora, sobrevivir a las temporadas de exámenes de las seis cátedras de cinco semestres distintos que dicto en la FADA.