Miles de turistas realizan reservas previas, mientras que otros se aventuran a ir sin avisar para sorprenderse y conmoverse con cada aspecto que hace a esta actividad. Desde el paisaje, la hospitalidad de su gente, hasta las novedosas prendas que son exhibidas a lo largo del camino y en la fiesta principal.
Irene Báez de Martínez es una de las artesanas que desde hace 30 años realiza creaciones con hilos de lana entrelazados con sus dedos. Sus manos hábiles tejen ponchos, ruanas, colchas y todo lo que se pueda realizar con la mencionada materia prima, según el informe de la corresponsal Mariela Rivarola.
“Cada año buscamos innovar en las prendas, ya sea con los colores, diseños o terminaciones, para que quienes nos visitan tengan opciones al momento de elegir”, manifestó la artesana.
A pesar de la gran afluencia de personas durante los días de esta actividad anual, en los últimos años mermó bastante la venta, asegura Irene, quien atribuye esta consecuencia no solo al fenómeno económico sino también a la gran cantidad de familias que se sumaron a la tarea de tejer y crear con lana para luego ofrecer su producción. Según las estadísticas, el 70% de la población se dedica a la artesanía utilizando el ovecha rague.
Pero la lana no solo se teje, explica Báez mientras termina una verdadera obra de arte, un poncho de lana que será expuesto durante los próximos fines de semana.
Anteriormente este proceso se realizaba completamente a mano, señala la mujer, con el avance de la tecnología las maquinarias fueron reemplazando ese trabajo, pero a la vez agilizan el proceso.
Resalta que lo más importante para ellos, como artesanos de la zona, es que las personas que llegan a San Miguel buscan y aprecian más los trabajos realizados a mano, por lo que la artesanía se sigue realizando con técnicas que son un verdadero legado y se transmiten de generación en generación.
“Los que más valoran nuestros trabajos son los extranjeros, que no dudan en pagar el precio que corresponde”, agregó.
Clima. Las ventas también dependen del clima, cuanto más bajas son las temperaturas más ventas logran.
Calidad. Por su parte, Roberto, también poblador y artesano, asegura que los productos son de alta calidad, con una duración de entre 25 a 30 años.
Lo más vendido. Las colchas de los clubes tradicionales son las “estrellas”, señala entre risas Roberto, así como los ponchos en rojo y azul.
Mantener la tradición. Si bien muchos niños y adolescentes ya aprenden el arte de tejer la lana en sus hogares, este año el municipio local en alianza con el SNPP realizan cursos para enseñar esta noble labor, de esta manera muchos adquieren el oficio e inmediatamente aportan a la economía familiar sin salir de su casa.
También se destaca el caso de muchos jóvenes emprendedores que ya cuentan con microempresas utilizando la materia prima y mano de obra local.