“Ahí estaba, en la plataforma, sintiendo como una experiencia extracorporal. Y su discurso, que fue un grito desde el instinto nacionalista blanco”, relató este domingo en la cadena televisiva CBS en una entrevista.
A principios de enero, contó, estuvo sopesando no ir, pero asumió que no le quedaba otra que acudir por su condición de ex primera dama.
“Soy una ex primera dama, y los ex presidentes y ex primeras damas van”, concluyó.
En su libro, que publica Simon & Schuster y salió ayer a la venta, Clinton no solo repasa los grandes temas del análisis postelectoral –el enfado de los blancos de clase trabajadora, la supuesta interferencia rusa– sino que abunda en uno que quedó relegado a un segundo plano: la resistencia social a la idea de una mujer presidenta de EEUU.
“Esto tiene que decirse. El sexismo y la misoginia jugaron un papel en las elecciones presidenciales de 2016. Una prueba es que el candidato flagrantemente sexista ganó”, escribe.
“Un montón de personas –prosigue– escucharon la grabación de él presumiendo de haber acosado sexualmente a mujeres, no hicieron caso y dijeron sigue teniendo mi voto”.
Uno de los momentos en los que experimentó desde muy cerca el “sexismo” de Trump ocurrió en un debate televisivo, poco después de que se publicara esa polémica grabación.
“Estábamos –describe– en un plató pequeño y, no importa adónde fuera, él me seguía de cerca, mirándome fijamente, poniendo caras. Era increíblemente incómodo. Estaba literalmente respirando sobre el cuello. Me dio escalofríos”.
“Pero es importante que comprendamos qué pasó realmente. Porque es la única forma de evitar que pase nuevamente”. afp