Conversaba con mi amigo Eduardo Quintana acerca de lo que significó la muerte de Hipatia en la historia del pensamiento humano. Desde el siglo pasado, aquella pensadora alejandrina es el símbolo de lo mucho que sufrieron las mujeres que quisieron cultivar su intelecto y fueron reprimidas por una cultura que ancestralmente no permitió tales atrevimientos por considerarlos antinaturales.
Tres años atrás, cuando con el colega José Manuel Silvero organizamos nuestro último ciclo de charlas en el Centro Cultural de España Juan de Salazar, decidimos hacerlo sobre las mujeres pensadoras. En el proceso de preparación de aquellas clases me encontré con que hay un mundo de bibliografía que se encarga de investigarlas. De este grupo hay que resaltar a los historiadores que han demostrado la impresionante cantidad de mujeres que la historia oficial se ha encargado de borrar de la memoria histórica, ya sea en el campo de la filosofía, la ciencia, el arte o la literatura.
Aquella frase de Walter Benjamin, según la cual la historia la escriben los vencedores, puede aplicarse a lo que estoy señalando. Si hubo mujeres que intentaron sobresalir y no pudieron hacerlo, fue porque el género masculino fue el primer censurador (sin olvidar que la mayoría de las mujeres estaban de acuerdo con ellos) y la victoria que obtuvo siempre hizo que los intelectuales escribieran la historia netamente con un corte machista. Muchas no callaron en esta disputa a contrapelo con la historia, como algunas líneas de Jane Austen en el capítulo 23 de Persuasión: “Los hombres tienen toda la ventaja sobre nosotras por ser ellos quienes cuentan la historia. Su educación ha sido mucho más completa; la pluma ha estado en sus manos. No permitiré que los libros me prueben nada”.
La lista de filósofos que rebajan a las mujeres por una supuesta inhabilidad para lo intelectual es amplia, y no se queda en aquellos chistes de mal gusto de Nietzsche o su maestro Schopenhauer. La filosofía arrastrará por siempre entre sus infamias esta mancha de prejuicio hacia el género femenino. Pero no solo los grandes filósofos acusan esta ignorancia, sino también los reconocidos divulgadores, aquellos que al explicar los grandes filósofos jamás se les ocurre nombrar a las filósofas. Por extensión, puede decirse lo mismo de los textos de historia de la ciencia o historia del arte. Todo lo bueno que la cultura humana ha hecho se nos quiere hacer creer que fue hecho por los hombres.
Pero en el siglo pasado fuimos testigos de uno de los procesos justicieros más esperados. Las mujeres empezaron a ser visualizadas en el campo creativo e intelectual. Algunos hombres y muchas mujeres emprendieron una lucha para ser reconocidas en sus derechos. Decía Simone de Beauvoir que “es lícito violar una cultura, pero con la condición de hacerle un hijo”. La cultura machista fue violada y de ello ha nacido este hijo que llamamos emancipación intelectual de la mujer.