26 abr. 2025

Jugando con la vida

Por Gustavo A. Olmedo

La popular actriz colombiana Sofía Vergara enfrenta un inédito caso judicial en los Estados Unidos: es demandada por Emma e Isabella, dos embriones congelados que le pertenecen y que fueron fecundados in vitro con los espermatozoides de su ex prometido, el empresario Nick Loeb, en una clínica del estado de California. La acción judicial obedece a que Vergara no autoriza que Emma e Isabella puedan desarrollarse en un vientre de alquiler, como lo desea Loeb, para llevar adelante el embarazo y nacimiento de estos seres humanos. En tanto, como dice la demanda, los embriones fecundados desde hace tres años se encuentran “en el tanque de una clínica”, donde podrán permanecer conservados en frío por tiempo indefinido, pues, por contrato, ninguno puede tomar una determinación sobre el futuro de ellos de manera unilateral; el contrato no preveía la ruptura sentimental.

Cuando Gregor Johann Mendel, un monje católico, naturalista, creador de las Leyes de Mendel, daba los primeros pasos en el maravilloso mundo de la genética, no habría imaginado semejante embrollo. Triste espectáculo que denota el pálido rostro de una sociedad que juega con la vida humana, manipulando elementos esenciales sin respeto ni pudor, en base a un solo criterio: la satisfacción de ambiciones y proyectos personales, sin considerar sus consecuencias. La situación es complicada, pues hablamos de “seres humanos congelados” de por vida o niños con tres o cuatro progenitores, además de otros experimentos.

Por ello este caso de la actriz, de la serie Modern Family, deja al descubierto cuestiones éticas de graves implicancias, como el de la posibilidad de eliminar vidas humanas diminutas, manipularlas o condenarlas al freezer, y es también una muestra de esta cultura que respiramos y a la que pertenecemos, en donde todo puede ser usado y desechado, de un momento a otro y sin ningún tipo de límite.

Más allá de los debates, numerosos estudios confirman que el embrión es un ser humano; investigaciones que no puede despreciarse por cuestiones comerciales o de moda.

Como lo decía, el Dr. Nicolás Lafferriere, director del Centro de Bioética de Argentina, en estas prácticas de la genética, son los niños –o seres humanos congelados, en este caso– quienes finalmente quedan presos de los deseos y del arbitrio de los adultos o de tantos inescrupulosos.

Sin un horizonte de ética, respeto por lo humano y amor la verdad –propios de los auténticos científicos–, la fecundación artificial y toda la investigación genética pueden convertirse en una herramienta perversa, capaz de generar experiencias dolorosas y un tendal de víctimas anónimas.