09 ene. 2025

Justicia lenta y permisiva

Brigitte Colmán – @lakolman

La Justicia paraguaya es todo lo malo que hay en el mundo. Casi nunca está del lado de los más necesitados y débiles, sino todo lo contrario.

Es como un equipo confor- mado por Stroessner en el arco, Pinochet, Darth Vader, Videla y Voldemort en la defensa; Hernán Cortés, Atila y Stalin en el mediocampo, y para completar este malévolo 4-3-2 están como delanteros Bin Laden y Hitler.

¿Y saben por qué digo que la Justicia es tan mala? Es por la historia de una niña paraguaya que tuvo que esperar 15 años para que se determinara la paternidad de su padre –valga la redundancia– y para que el mencionado irresponsable le preste asistencia alimentaria.

Quince años esperó esa niña. ¿Y saben los jueces, ministros de la Corte y abogados en general, quién la vestía y alimentaba durante ese tiempo; con qué plata iba a la es- cuela o cómo se pagaban las medicinas cuando estaba enferma?

Y mientras todos formaban parte del circo que se monta cada vez que un caso se demora y se dilata con chicanas y maniobras, la madre de esa niña incluso tuvo que exiliarse a España, a trabajar para poder mantenerla.

Chicanas. Rebobinando, todo comenzó en el 2002, cuando nació la niña y se presentó la demanda de filiación. En el proceso hubo de todo, nega- ción del padre a hacerse el exa- men de ADN, idas, vueltas y, sobre todo, mucha chicanería.

Y, aunque es cierto que fue el padre de la niña quien interpuso tantos obstáculos, no puede la Justicia ser cómplice de la no asunción de obligaciones de parte de un adulto para con un niño.

Así que después de una disputa legal que llevó 15 años, el senador liberal Blas Llano será obligado a depositar 2.500.000 guaraníes mensuales en una cuenta que estará a nombre de su hija de 15 años, en concepto de asistencia alimentaria; por una resolución de la jueza María Teresa Franco. Esta noticia pasó desapercibida, pues quedó sepultada entre las encuestas sobre las internas de la ANR y la suculenta homilía de Ricardo Valenzuela en Caacupé.

El caso deja, sin embargo, en evidencia a la permisiva Justicia y al doble discurso de los políticos paraguayos. Quienes con el mismo rostro de cemento con que evaden responsabilidades hacen campaña electoral, piden votos, hacen promesas y se hacen selfies con viejitos y niños.

Nadie le puede obligar a Llano a querer a una hija suya. Pero él sí tenía que cumplir la ley y respetar los derechos de la niña. La Justicia, por su parte, tenía que ser justa y velar por los derechos de los más frágiles; y tenía que haber sido más pronta, eficiente y neutral.