Un periodista radial termina su programa, sale del estudio de la emisora y se dirige a su casa. En la calle, oscuros sicarios le cierran el camino y lo acribillan con varios disparos, buscando acallar su voz para siempre. Es una escena que ya conocemos de memoria, desde hace más de 23 años, pero sigue ocurriendo, sin que las autoridades hagan nada por evitarlo, en la calcinada región del Amambay, frontera seca con el Brasil. Y no por ser una escena reiterativa deja de seguir causándonos dolor, sobresalto e indignación.
Hace 23 años le tocó a Santiago Leguizamón, el aguerrido director de Radio Mburucuyá, asesinado al mediodía en la llamada “tierra de nadie”, frontera entre Brasil y Paraguay, precisamente en el Día del Periodista. Hace poco más de un año, en febrero de 2013, le tocó a Marcelino Vázquez, director propietario de la radio Sin Fronteras FM, acribillado en las propias puertas de su emisora. Dos meses después, en abril de 2013, le llegó el turno al fotógrafo Carlos Artaza, funcionario de prensa de la Gobernación del Amambay, emboscado y asesinado cuando regresaba a su vivienda.
Ayer, viernes 16 de mayo, le tocó a Gabriel Alcaraz, un joven periodista de Radio Amambay, que conducía todas los días el programa De frente a la mañana, de 6.45 a 12.00, junto al veterano Kiko Servián, justamente uno de los periodistas que se formaron trabajando con Santiago Leguizamón.
Hace años que existe una declarada guerra entre grupos del crimen organizado, que envuelve a relevantes figuras políticas como el gobernador de Amambay, el ex diputado Pedro González, y el senador Robert Acevedo, también ex gobernador, ambos propietarios de emisoras radiales, en las que los periodistas se ven arrastrados a sostener posturas de ataques o defensas sobre diversos temas. La Justicia nunca interviene mucho.
Pedro González es el mismo político que apareció hace varios años en una famosa fotografía, participando de una fiesta familiar con el narcotraficante Jarvis Ximenes Pavão. Robert Acevedo es el dueño de la misma radio que, días antes de las elecciones de abril de 2013, reivindicó la figura del empresario fronterizo Fahd Jamil, procesado en Brasil por narcotráfico y lavado de dinero, y acusado de estar vinculado al asesinato del periodista Santiago Leguizamón, para enviarle un mensaje de apoyo al candidato colorado Horacio Cartes, actual presidente de la República.
El asesinato de cualquier ser humano es siempre repudiable, pero cuando busca acallar labores de denuncia o investigación periodística, contiene circunstancias agravantes, pues atenta contra principios básicos de una democracia. Este nuevo crimen contra un trabajador de prensa plantea un panorama aún mucho más sombrío para el ejercicio del periodismo en Paraguay. Tarea que, sin embargo, se hace más necesaria que nunca.