23 dic. 2024

La herencia cultural de Katmandú, herida por el terremoto

Katmandú, 29 abr (EFE).- El terremoto que el sábado azotó Nepal ha robado al valle de Katmandú no sólo miles de vidas, sino también parte de su herencia cultural, al dañar la práctica totalidad de los lugares declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO, algunos de ellos concentrados en la ciudad que le da nombre.

Un soldado permanece ante dos templos rodeado de palomas en la plaza Durbar en Katmandú (Nepal) tras el terremoto del sábado. EFE

Un soldado permanece ante dos templos rodeado de palomas en la plaza Durbar en Katmandú (Nepal) tras el terremoto del sábado. EFE

Los templos y monumentos históricos derrumbados o en ruinas en la emblemática plaza Bashantapur Durbar de la capital reflejan las consecuencias del seísmo en el abundante patrimonio histórico nepalí.

“Esta plaza era un lugar increíble, uno de los lugares patrimonio de la UNESCO, pero con la devastación se acaba de convertir en un desierto. Probablemente ya no vaya a atraer a la gente”, lamentó en declaraciones a Efe Rajan Maharjan, presidente de la Federación Mundial de Jóvenes Hindúes.

Algunos de los templos han quedado reducidos a escombros y concentran las atentas miradas de decenas de curiosos que contemplan atónitos como sus restos yacen esparcidos por el suelo.

Todos quieren retratar con sus teléfonos la huella dejada por la tragedia en su patrimonio cultural.

Maharjan, que se encargaba del mantenimiento de los monumentos, destaca con el rostro apesadumbrado que una de las construcciones derrumbadas en Durbar es una pequeña réplica del templo de Pashupatinath, el lugar hindú más sagrado del país situado a las afueras de Katmandú y que estos días alberga cremaciones masivas de las víctimas de la catástrofe.

“Sólo la realeza podía entrar a este templo”, recordó con nostalgia.

Indicó que pocos de los edificios de la plaza han sobrevivido “por ahora” al terremoto, pero que “no se sabe lo que ocurrirá más adelante”, pues barajan demolerlos por razones de seguridad.

Los más antiguos contaban con 500 años de antigüedad.

Gajendra Shrestha, de la organización Ciudadano Consciente, culpó de lo ocurrido a la poca atención prestada por el Gobierno nepalí a los monumentos, que no estaban, en su opinión, en las mejores condiciones para hacer frente a un seísmo.

Aunque si bien las construcciones antiguas han sido las más afectadas, el terremoto también ha derrumbado algunos edificios de nueva construcción en Katmandú.

El área de Durbar se convirtió tras la sacudida en un cementerio de personas y también de ladrillos.

Varios cuerpos fueron encontrados en el Templo de Krishna, a los que se suman alrededor de una docena hallados en el área de Maju Dengan y un edificio de cinco plantas que se derrumbó en la zona, según los cálculos del presidente de la Federación de Hindúes.

Indicó que en el momento del seísmo varias personas estaban donando sangre en las inmediaciones de la plaza y añadió con semblante serio que probablemente “varios de ellos han muerto”.

Situada en el corazón de la capital nepalí, Katmandú Durbar no es la única que ha sufrido por el seísmo.

Según la UNESCO, también han registrados importantes daños la plaza Durbar de Patan, los palacios de Hanuman Dhoka en la capital, y el recinto monumental de Bhaktapur, que “han resultado prácticamente destruidos”.

También se vino abajo la célebre torre Dharahara, levantada en 1832, y en cuyas ruinas se encontraron a 120 muertos.

Además, el seísmo ha afectado gravemente a otra zona destacada como herencia “natural” por la UNESCO, el Parque Nacional de Sagarmantha, que incluye al monte Everest.

A los más de 5.000 muertos, los 11.000 heridos y los destrozos en el patrimonio cultural, se unen las pérdidas económicas por el mal estado de una herencia cultural que atraía a un gran número de turistas.

Maharjan calcula que sólo el complejo de Bashantapur, visitado a diario por miles de turistas, proporcionaba unos ingresos mínimos de 50 millones de rupias nepalíes anuales (unos 495.000 dólares), que se sumarán a las pérdidas económicas ocasionadas.

“Hay templo, hay dios. Pero no puedo verlo”, exclamó un transeúnte mientras señalaba las ruinas de una construcción en la que ya no podrá volver a rezar.

Noemí Jabois

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