En conversación con ÚH y Radio Monumental, Mario Bunge, físico argentino, de 94 años, defensor del realismo científico y uno de los filósofos más influyentes del mundo, refiere que las redes sociales y el internet que, por un lado, han permitido a millones el acceso al conocimiento y la información, por el otro están disolviendo a las sociedades, convirtiendo a la comunidad en una mera colección de individuos. Esta es la nota
–A más de ser un estudioso notable, es usted un ser humano privilegiado que carga con casi un siglo de vida. Desde esa experiencia, ¿considera que los seres humanos estamos hoy peor que hace cien años? ¿Comparte la visión pesimista, a veces hasta apocalíptica, de muchos?
–Estamos mejor. Por lo pronto, la expectativa de vida en los últimos 200 años se ha triplicado. Y eso no es gracias a la medicina, sino a las obras de saneamiento del Estado, gracias a que hay obras sanitarias, a que hay vacunación. Esto se ha estudiado muy bien en la medicina social. Ha mejorado la calidad de la vida, pero al mismo tiempo la vida se ha vuelto más exigente, más dura
–¿Por qué?
–Hay algo que no existía en las sociedades primitivas: la desocupación. Antes todo el mundo trabajaba lo que necesitaba y ahora hay gente que aún trabajando 12 horas por día, no ocho, no logra lo suficiente para sobrevivir. La vida se ha hecho más difícil. Mejoró después de que se formaran los sindicatos, sobre todo en Europa, a partir de 1850 más o menos, y se instaló el estado de bienestar; pero hoy día los sindicatos están en decadencia. Por ejemplo, hoy en Estados Unidos solo el siete por ciento de la fuerza laboral está sindicalizada. Cuando terminó la guerra, hace más de 50 años, la mitad de los trabajadores norteamericanos estaban sindicalizados.
–¿No colabora la ciencia desde la espectacularidad de la tecnología con anestesiar a la gente, más preocupada por conseguir el último teléfono inteligente antes que por la gradual extinción de los sindicatos, por ejemplo?
–La ciencia es políticamente neutral. Bien utilizada puede servir para apoyar a los pobres, mal utilizada puede generar tecnología que después sirve para fabricar armas de destrucción masiva. Pero, la ciencia y la técnica en sí mismas no están políticamente comprometidas. Se puede sí hacer buen uso o mal uso de ellas, sobre todo de la tecnología. Porque los científicos no cambian el mundo, lo estudian; en cambio, los técnicos sí buscan cambiarlo, mejorarlo, introducir artefactos que nos permitan vivir mejor, aligerar el trabajo manual. Al mismo tiempo, sin embargo, producen estos medios de comunicación social que aislan a la gente entre sí, que tienen un efecto social muy negativo. Porque dicen que de esta manera ganamos en información, y sí, es cierto, pero también perdemos en conocimiento, perdemos sobre todo en socialidad; la gente deja de mirarse a la cara, deja de discutir, deja de jugar a la pelota para mirar pantallas.
–¿Usted cree que lejos de ser hoy el mundo de la comunicación es a la inversa, cree que las redes sociales nos separan antes que unirnos?
–Como todo avance tecnológico ha tenido efectos positivos y negativos. Positivo es el mejor acceso o la socialización del conocimiento, el mejor acceso a la información. Efectos negativos: La interacción social, cara a cara, se está degradando; las sociedades se están disolviendo, se están convirtiendo en meras colecciones de individuos. Antes los lazos dentro de las familias y entre las familias eran más fuertes. Mire usted qué hacen los Simpson cuando se juntan, se sientan todos en ese sillón a mirar la televisión. No interactúan entre sí. Deja de ser una familia, son simplemente espectadores. Cuando yo era chico no había televisión, jugábamos a la pelota, conversábamos, nos peleábamos, éramos miembros de una sociedad. Hoy día esa sociedad se está desvaneciendo.
–¿Se puede vencer a la pobreza en un país que no invierte en investigación?
–No. Porque el investigador científico no solamente aporta nuevos conocimientos, sino que forma a los maestros, maestros que van a enseñar después en la escuela secundaria, en la primaria. Los laboratorios científicos son escuelas de formación de maestros. Y lo que nos falta en nuestros países son maestros con conocimiento y con entusiasmo, que les guste la ciencia al punto tal de poder enseñarla eficazmente, porque un maestro que se limita a repetir un manual, que no logra hacer participar a los estudiantes ni incitar su curiosidad no es un maestro, o es un muy mal maestro. Y eso es lo que pasa con la mayoría de los profesores de ciencias, por lo menos los que he tenido yo. No sabían ciencia, no la habían hecho y la poca que sabían la habían aprendido de un manual. No tenían la menor pasión por la ciencia. La consecuencia fue que al terminar la secundaria no estaba interesado en la ciencia, me entusiasmaron sí algunos manuales de divulgación científica escritos por buenos divulgadores, y ellos fueron quienes me abrieron las puertas a ese mundo maravilloso que es la ciencia, y eso me ayudó a construir una filosofía científica.
–Sin investigación no hay desarrollo.
–Sin investigación no hay desarrollo; sin sanidad pública no hay desarrollo; sin democracia no hay desarrollo. Por eso el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas es un promedio de tres variables: el ingreso, el nivel de educación y el nivel sanitario. Allí faltan dos variables: la participación democrática y la sostenibilidad ambiental. Y otra cosa muy importante: la equidad. Nuestro verdadero no es solo que somos pobres, sino que somos desiguales. Esta situación está generando reacciones como debe ser, pero no son efectivas, porque son desorganizadas. Esas explosiones, como las de Grecia o Brasil, o los indignados en Europa, no llegan a ninguna parte porque son desorganizadas. Se necesitan de partidos políticos que dirijan a la gente por caminos viables hacia el desarrollo auténtico.