Los datos son verdaderamente alarmantes: 14.000 escuelas precisan reparación o construcción, faltan 325.525 sillas con o sin pupitres, 12.888 pizarrones, 2.504 escritorios, 2.975 mesas, 402 ventiladores... En fin, ante este panorama es imposible imaginar que estén dadas las condiciones para enseñar dignamente, o para aprender, en el caso de los alumnos.
Se dio el caso de alumnos que debieron comenzar las clases en sillas rotas, aulas en visible estado de deterioro, sin ventilación apropiada, con techos destartalados e incluso –como se registró en una escuela de Curuguaty– hasta en una clase sin techo. Este es el deplorable panorama que presenta la educación del Paraguay en pleno siglo XXI.
Lo llamativo del caso es que los recursos para hacer frente a esta carencia existen, pero falta capacidad institucional para utilizarlos de manera adecuada. Por un lado, las municipalidades no cumplen acabadamente con los requisitos que deben cumplirse para utilizar de manera eficiente y honesta los recursos del Fonacide.
En esta labor es, precisamente, donde el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) debería actuar. No basta con decir, como se señala que esa institución carece de presupuesto para infraestructura. Es necesario que esa cartera de Estado asuma un rol más protagónico en términos de coordinación, de verificación y supervisión, tanto de las obras que faltan hacer, como de las que están en ejecución y las que cuentan con inconvenientes para cumplir sus planes de edificación.
Uno de los graves problemas es que en el Paraguay se actúa de manera aislada, sin coordinación. Por eso es que hacemos un llamado a potenciar la labor interinstitucional, tanto desde el MEC como entre las secretarías de Educación de las gobernaciones y de las municipalidades. Desde luego, la Contraloría General de la República cumple también un rol destacado en lo que respecta a la fiscalización del uso de los fondos utilizados por las municipalidades.
El problema no es de carácter técnico, es de decisión política. Por eso, es menester que, en vez de estar ocupados y preocupados en tantas cuestiones efímeras que carecen de significado en lo que respecta al mejoramiento de la calidad de vida de los paraguayos, la clase política se decida de una vez por todas a poner en el primer lugar de la agenda pública nacional la sensible cuestión de la educación. El resto, parafraseando a la Biblia, vendrá por añadidura.
Mejorar la educación y los lugares en los que esta es ofrecida a los estudiantes es una de las metas a ser alcanzadas si se pretende dar el salto de calidad que se precisa para insertar al Paraguay en las grandes avenidas de la modernidad, de donde hemos estado y seguimos estando ausentes por la imprevisión y la negligencia de sus autoridades. De las de ayer y de las de hoy, que privilegian sus asuntos partidarios al abordaje de los grandes retos de la nación.