Por Brigitte Colmán | bcolman@uhora.com.py
El glamur que parece darle a la ciudad un altísimo edificio de vidrio es solo apariencia. En realidad, está generando más calor. Aporta unos grados al infierno en que se convirtió el planeta con el calentamiento global.
Para el arquitecto Solano Benítez, premiado con el BSI Swiss Architectural Award, por su contribución a la arquitectura contemporánea, el vidrio es un material espectacular, y como él explica, flotar en un piso 18 y ganar el horizonte con el paisaje puede ser muy hermoso. Pero, y siempre hay un pero, al parecer no se están haciendo muy bien las cosas por acá.
“El vidrio aumenta el calor. Deja pasar mucho calor al interior, refleja más calor, y por eso adentro necesitamos acondicionadores de aire para producir frío, lo que a su vez produce calor afuera, entonces generan necesariamente más calor. Ahí el vidrio ya no es un material tan inteligente”, sostiene.
Entonces queda claro que el vidrio como cualquier otro material habría que usarlo, pero no de la manera en que lo estamos usando, señala, y da un ejemplo.
Desde hace 30 años los asuncenos conviven con el edificio Ayfra. “Quien camina a la siesta por los alrededores del Palacio de López puede recibir el halo aumentado de la lupa del edificio. Ese mismo efecto lo estamos reproduciendo sobre Santa Teresa. Son efectos ya conocidos por nosotros. Son cristaleras completas que apuntan hacia el este que van a rebotar, van a calentar necesariamente más el barrio”.
Y como si esto no fuera suficiente, “cometimos la tontería de echar todos los árboles para que se vean mejor nuestras obras”, dice el arquitecto.
Frente a ese modelo, Solano Benítez sostiene que el mandato fundamental para la arquitectura en Paraguay debería ser la construcción de sombras y la construcción de penumbras.
“Si no construimos sombras y no construimos penumbras estamos empeorando; y agrega que “las maneras con las que convocamos a la materia nos están metiendo en problemas. Nos estamos muriendo de éxito. Tenemos que ser capaces de cambiar la manera en que hacemos las cosas, porque las cosas que hacemos se revierten en nuestra contra, se convierten en peoras”.
Planificar. Hablar de la falta de planificación con que creció Asunción es casi un lugar común. Para Benítez, además de planificación hace falta un cambio de perspectiva. Y aquí la gran crítica es la sumisión al dinero.
“Es tan grande la inequidad, que en aras del dinero somos capaces de sacrificar cualquier cosa”, y apunta a que precisamente se construye una ciudad basada en la exclusión. “La idea es: Yo prefiero hacer mi exclusiva torre de departamento para un exclusivísimo nivel que va a excluir a todo aquel que no tenga esa condición”.
Para Solano, otro ejemplo de ciudad excluyente es el tema de la Costanera de Asunción, que no fue pensada para la gente, sino para los autos. “Ahora los desarrolladores inmobiliarios quieren aprovechar eso; y también aparece la ‘sensibilidad’ del Gobierno tratando de ponerles casas a esa gente, pero lejos de Asunción, para poder usar su tierra, que tiene la mejor infraestructura, y forzando nuevamente a que solo importe la posibilidad de sacar beneficios: la dictadura del lucro como única razón. Si seguimos construyendo ciudades así, nuestro destino va a ser terrible”.
El profesional no ve como un fenómeno positivo la manera en que está siendo encarado el nuevo eje corporativo de Asunción, al que considera excluyente
“Quienes trabajan ahí tienen que vivir en otro lado, gastar tiempo y dinero en movilizarse, y no es bien visto que viva en ese lugar ‘premium’ una persona que no tenga el dinero suficiente. El Estado podría encontrar los mecanismos para hacerlo, de la misma manera en que el Estado sale en auxilio de los empresarios para solucionarles sus problemas de cloaca. El Estado debería conseguir dentro de la propuesta privada oportunidades para los que son de distinto signo social, para que tengamos una sociedad más mixta conviviendo y coexistiendo, para ser más fraternos y más solidarios y para que podamos encontrarnos”.
El arquitecto piensa, no obstante, que el futuro no tiene por qué ser tan tenebroso.
“No construimos edificios, construimos sociedad, y construimos oportunidades para que la sociedad viva de una manera mejor. Si el objetivo final de toda construcción es solamente el lucro, lo que estamos haciendo es destruir nuestra capacidad humana”.
Y en tiempos en que la humanidad se percata de lo mal que trató al ambiente y que este nos empieza a pasar la factura, el arquitecto señala: “No basta con tener certificación energética –que en realidad en el mundo entero son documentos de estafa a la sociedad–. Basta con que el entorno de un edificio se perciba, se sienta y se use como amigable, fraterno, produzca sombra, produzca belleza”.
Asunción se merece algo mejor y, alrededor de este deseo, Solano Benítez deja una idea final: “El objetivo no es construir más, ni mover la mayor cantidad de dinero, ni mejorar el cuadro de beneficios y de ganancias. El objetivo es construir una sociedad mejor, si no se busca construir esa sociedad de igualdad estamos perdiendo el tiempo”.