Cuentan que últimamente varios jueces, fiscales y funcionarios judiciales del Alto Paraná han tenido que cancelar todas sus visitas a la cárcel regional de Ciudad del Este, por miedo a toparse con un abogado preso, de cabeza rapada, mano dura y cinto veloz. O al menos asegurarse de que el mismo permanezca debidamente encerrado, esposado y aislado... por las dudas.
El abogado Paraguayo Antonio Cubas Colomés, conocido dirigente contestatario colorado desde la época de la dictadura, cuando activaba en un movimiento gremial en Derecho UNA, se ha convertido en la figura emblemática de un frente ciudadano opositor que cuestiona a la compleja estructura de poder político y económico en la zona de la Triple Frontera.
Junto con el concejal Celso Miranda, que encarna al satírico personaje político Kelembu, y el joven empresario Jorge Brítez, Payo Cubas ha conformado un trío disidente que apunta sus dardos contra el llamado clan Zacarías –grupo familiar que maneja la Municipalidad de CDE y la Gobernación de Alto Paraná y que además controla otras instituciones–, pero también contra la corrupta administración de Justicia y Fiscalía en la región y el resto del país.
Controvertido, polémico, con un pasado en que ha hecho alianzas con algunos de los sectores a quienes hoy ataca, a veces violento y no muy riguroso en sus denuncias, Payo Cubas ha tenido la habilidad de estrenar un escatológico estilo de hacer política que le generó alto impacto mediático, primero pintando grafitis acusatorios en las paredes de la Fiscalía regional junto a sus dos compañeros y luego al golpear con su cinturón al juez Amilcar Marecos y defecar en su despacho, el pasado 23 de setiembre.
Era la primera vez que alguien expresaba de manera tan gráfica y nauseabunda su opinión sobre la administración de la Justicia. Los tres acabaron imputados, pero mientras Jorge y Kelembu salieron con libertad sustitutiva, Payo siguió preso y su caso se fue agravando, cuando en la cárcel volvió a agredir con su cinto a otro juez, Víctor Bordón, a quien encontró visitando la cárcel. Aunque hay quienes dicen que Bordón es uno de los pocos jueces que hacen bien las cosas, el abogado ha asumido una cruzada contra toda la estructura judicial y no hace distinciones.
Payo es una versión guaraní del justiciero enmascarado del cómic V de Vendetta. Una especie de Guy Fawkes trifronterizo con los pantalones bajos, que se propone corregir a cintarazos a quienes él considera corruptos.
Se ha vuelto una presencia incómoda, tanto afuera como dentro de la cárcel, y los dueños del poder no saben qué hacer con él. Tras una denuncia sobre torturas sufridas en la prisión, ayer el juez Carlos Vera le concedió la libertad con medidas, pero Payo rechaza esa concesión graciosa y prefiere seguir adentro.
Desde allí su cinto sigue golpeando, de otras maneras.