El atentado que se cobró la vida de un presunto narcotraficante y su hijo de 5 años trajo nuevamente al tapete la innegable expansión de la violencia de la contienda narco, desatada tras el asesinato de Jorge Rafaat el año pasado, y la incapacidad de este gobierno –así como de todos los anteriores– de asestar verdaderos golpes al crimen organizado, más allá de incautaciones de estupefacientes y esporádicas detenciones de personas de peso dentro de estructuras delictivas.
Tras el homicidio del considerado “dueño” de la frontera seca brasileña en Amambay, la zona quedó en disputa y los muertos de esta guerra fueron apilándose en distintos bandos, mientras en la frontera se borraron antiguos códigos y se impusieron otros. Apenas hace unos meses asesinos a sueldo abrieron fuego en una discoteca llena de gente ajena a los conflictos por el negocio de la droga, algo impensado años atrás.
Resulta hasta lógico, entonces, que esta lucha de poder llegue a la capital del país y obligue a políticos y medios a comenzar a ver el alcance de la problemática narco, antes invisibilizada por un manto de hipocresía y lejanía.
Confrontados con la realidad, la clase política se mostró en su desnudez: mezquina y mediocre. Desde candidatos que usaron el atentado para llevar agua a sus molinos hasta un Gobierno que estuvo a muy poco de culpar a la oposición de las tasas de criminalidad.
A pesar de lo que difundan medios oficialistas y lo que digan voceros de esta administración, este Gobierno tiene a su cargo las fuerzas de seguridad y por lo tanto es uno de los responsables de esta escalada criminal.
Apenas horas después de la ejecución de un niño en un barrio residencial de Asunción, los diputados colorados Clemente Barrios y Pedro Alliana pintaron un mundo de fantasía en el cual el Ejecutivo tuvo éxitos positivos en materia de seguridad y quien diga lo contrario solo busca desinformar a la ciudadanía. En la misma línea, uno de los hombres fuertes del presidente, Luis Canillas, no tuvo mejor idea que vincular a la oposición narcotraficantes, sin aportar prueba alguna y haciendo gala de su desfachatez.
Sin duda que el narcotráfico y sus vicisitudes son más antiguos que la misma democracia, pero los hechos claramente muestran que durante la presidencia de Horacio Cartes la violencia se apoderó de la frontera y narcotraficantes actuaron a sus anchas como nunca antes, ante la pasiva mirada de autoridades policiales y de todo tipo.
Desde el asesinato a Rafaat, hasta la toma de parte de Ciudad del Este por un grupo de asaltantes del Primer Comando Capital, la soberanía es un concepto muy difuso en ciertas partes del país y hasta ahora no hubo respuestas claras y contundentes del Estado.