EFE
Salieron a escena primero The Who a las 18.30, una falta de respeto primero para el público y luego para ellos: no todo el mundo pudo salir del trabajo y evitar el tráfico de la capital chilena para llegar a tiempo a la presentación, mientras que una banda tan legendaria merece que se le coloque en prime time.
El detalle no pasó a mayores porque a la primera canción ya habían convertido el estadio Monumental en una fiesta llena gente que saltaba mano en alto y voz al aire.
La mezcla de asistentes era curiosa y bonita a la vez: los míticos The Who congregaron en Santiago a nostálgicos dispuestos a reverdecer laureles y a jóvenes atraídos por el hechizo del buen rock añejo.
Quién eres tú, le preguntaban los ingleses al público santiaguino con su éxito ‘Who are you?’, y no era para menos: en sus 50º aniversario de carrera brillante nunca habían pisado Chile y se desvirgaron con un conciertazo impropio de un grupo tan veterano.
Entre temazo y temazo recorrieron ese camino que les llevó de ser los reyes del paradigma ‘mod’ a ser los capos del ‘hard rock': sonaron los acordes excéntricos de ‘The Seeker’, acompañó la energía de ‘You better you bet’ y pusieron patas arriba el Monumental hablando de su generación.
El escenario, además, acompañaba: al frente la magia de The Who, a la derecha las últimas nieves de la cordillera de los Andes y a la izquierda el sol, que cada día calienta más y ya presagia la primavera austral.
‘Behind blue eyes’ prolongó el hechizo y a partir de ella continuó el repaso por los once discos que atesoran y que marcaron a varias generaciones.
Sonaron ‘Pinball wizard’, ‘Love reign over me’ y ‘Amazing journey’, entre otros exitazos, para delirio de los cerca de 50.000 asistentes que se acercaron a disfrutar del mejor rock.
Y a Roger Daltrey, qué voz, aún le dio tiempo a rasgar la noche de Santiago interpretando con brillantez dos de los himnos más conocidos de The Who: ‘Baba O’ Riley’ y ‘Won’t get fooled again’.
Cabe resaltar que los legendarios Daltrey y Pete Townshend son dos señores de 73 y 72 años que transmiten una energía desbordante y contagiosa, algo que cobra especial mérito por la elegancia con la que lo hacen, sin estridencia alguna.
En definitiva, un conciertazo para tener presente que, como ellos mismos cantan, los chicos están bien.
Tras la banda británica llegó el turno de Guns N’Roses, otros viejos rockeros que como dice el dicho, tampoco van a morir nunca, o al menos eso transmiten.
Los británicos tienen una escena potente en cuanto a luces y sonido y mantienen intacto el encanto de la actitud punk que les encumbró en los años 80.
Sonó ‘Welcome to the jungle’ en la voz de Axl Rose y el Monumental se transformó en una jungla que vibró con cada riff imposible en las guitarras de Slash.
Repasaron su larga trayectoria con temas de todos los álbumes, pero reinó la presencia del ‘Appetite for destruction’ que en 1987 lanzó al estrellato a la fama.
Fue un concierto intenso, quizá demasiado: en las tres horas que duró la presentación el ritmo no bajo apenas, y eso es decir mucho para una banda que lleva en activo desde 1985.
Tocaron todo su repertorio, desde ‘My Michelle’ a ‘Rocket Queen’ pasando por canciones inolvidables como ‘Mr. Brownstown’.
Pero en ningún momento se vio al Monumental tan entregado como cuando por las cuerdas de Slash se escucharon los primeros acordes de ‘Sweet child o’ mine’, himno redondo donde los haya.
Entre fuegos artificiales y juegos de luces, Axl Rose y sus chicos dejaron a Santiago de Chile golpeando a las puertas del paraíso, como ellos mismos cantan.
Y es que entre ellos y The Who brindaron dos conciertos que dejaron los típicos síntomas de las presentaciones brillantes del rock: los oídos agradablemente magullados por las guitarras eléctricas y el cuerpo cansado de bailar.
Este sábado se celebrará la segunda jornada del Santiago Rock City, protagonizada por los también británicos Def Leppard.