Gustavo A. Olmedo B.
Disfrutar de una noche con los clásicos de la inolvidable banda británica Queen, interpretados en vivo y con la banda Dios Salve a la Reina como protagonista, es siempre un privilegio para cualquier amante de la buena música.
Emociones encontradas, entre la nostalgia y la euforia que provoca el rock (más aún aquel imaginado por el genial Freddie Mercury, con toques sinfónicos y rasgos de ópera), aplausos efusivos y gritos de elogios, entre otros aspectos, formaron parte del concierto ofrecido el sábado último por esta agrupación argentina, en el Teatro Lírico del Banco Central.
Estos músicos de Rosario, que ahora van a México, celebran sus dos décadas de vigencia con el show Queen Wembley 86, un homenaje a la histórica gira Magic Tour emprendida por la banda inglesa y que aquel año aglutinó a más de 140.000 personas en el estadio de Wembley (Londres).
Rendir tributo a Queen, con vestuario, sonido y luces, no es cosa fácil. Pero Dios Salve a la Reina lo logra con bastante éxito, salvando las diferencias, sobre todo en lo que respecta a algunos saltos de tonalidad y agudos que Mercury los ofrecía con gran facilidad. Pero los argentinos presentan un buen show. No hay dudas de que el gran parecido físico y de timbre vocal, además de los gestos de Pablo Padín, vocalista del grupo, quien encarna a Freddie, tiene mucho que ver en todo esto, aunque la notable calidad de los instrumentistas no resulta un dato menor.
El público vibró con clásicos como I want to break free, Love of my Life, Radio Gaga, We will rock you, Bohemian Rhapsody, Friends will be friends, entre otros tantos temas, en una hora y media, y se emocionó con el infaltable We are the champions, más que apropiado para marcar un final que permanezca en la memoria.
Supongo, un show que satisfizo a fans y seguidores del gran Mercury. Y es de esperar que espectáculos de este calibre sean más frecuentes y también –cómo no desearlo–, cada vez más accesibles y al alcance de todos.