Sergio Noe
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Muchos saben de la tarea literaria de Augusto Roa Bastos y su Premio Cervantes, aunque solo familiares, amigos y su círculo íntimo saben cuáles fueron sus hábitos alimenticios, sus rutinas, sus obsesiones, sus aficiones deportivas o sus distracciones (ver infografía).
Mirta Roa, hija del autor de Yo el Supremo, reveló a ÚH algunos recuerdos de su niñez en Buenos Aires, Argentina, detallando que su padre era muy comedido en su alimentación: elegía siempre platos livianos, y tenía una especial adicción al té (lo ingería a todas horas).
Roa también fue remero del Club Mbigua. Incluso llegó a ganar medallas, recordó su hija. Cada vez que ella se levantaba, siempre lo veía leyendo un libro. Recortaba las noticias que le llamaban la atención con una regla metálica, para archivarlas o enviarlas a su padre.
Por su parte, el periodista Antonio Pecci, que entrevistó en varias ocasiones al creador de Hijo de hombre, citó otras curiosidades, como la de entrar a las funciones de cine a la mitad de la proyección, porque prefería concentrarse en la técnica más que en la trama.
También tocaba el bombo en peña de amigos, o bien, luego de bajar de su departamento (desde el piso 7º u 8º del edificio), golpeaba el instrumento en marchas callejeras en Argentina, según menciona Pecci.
Roa perdió cuatro bibliotecas, al cambiar varias veces de residencia, entre Paraguay, Argentina y Francia. Al autor de El trueno entre las hojas también le gustaba leer en francés e inglés. Le gustaba frecuentar los cafés La Paz y Berna, de Buenos Aires, para encontrarse con amigos o intelectuales de la época, coinciden Pecci y Mirta Roa.