Un “gran kuña’i” es Horacio Cartes, según Mario Abdo Benítez.
El senador le lanzó el epíteto al presidente mientras ensayaba una defensa de la senadora Blanca Ovelar.
Lo que pasó fue que su correligionaria fue aludida por el presidente de la República, quien dijo de Ovelar que estaba colgada de la lista sábana.
“El presidente es un gran kuña’i, porque a la mujer no se le trata así”, expresó el colorado añetete.
El amable lector puede decir que no se dio cuenta nomás de lo que dijo. ¿O es que entendimos mal?
Para defender a la señora Ovelar trató de kuña’i a su correlí Cartes, y maltrató a todas las mujeres.
Todos sabemos que decirle kuña’i a un señor es decirle débil, cobarde, pusilánime. Si lo decís en castellano no vincula a un género en particular; pero si lo decís en guaraní terminás insultando a tu interlocutor, a tu mamá y a tu hermana.
Decirle kuña’i a alguien no queda bien en ningún contexto.
Es más, nadie debería seguir usando la palabreja. Pero, convengamos que podría entenderse –más o menos– en una canchita de barrio cuando el réfere no cobra un penal evidente. O podría considerarse en medio de un colorido moquete entre los perros.
Pero en el discurso de un senador no se justifica. Ni siquiera en medio de las cíclicas y acaloradas peleas de los colorados.
Stronismo. Marito Abdo Benítez se llama exactamente igual que su papá, el célebre ex secretario privado del dictador Alfredo Stroessner.
Su irrupción en la vida política del país nos condujo a un debate sobre si tiene alguna culpa de lo que haya hecho su papá durante el régimen stronista. Pero él tiene el discurso bien construido y se justifica diciendo que de la dictadura sabía poco.
Y puede que no podamos culparlo a él de torturas, desapariciones y exilios, pero no podrá negar los privilegios que recibió por ser hijo de quien es.
Ahora, con todos esos privilegios es una pena que no haya aprovechado para formarse bien. Es una persona que fue criada en una familia con mamá y papá, que estudió en los mejores colegios y universidades –presumo– pero sigue identificando lo femenino con lo débil, cobarde, etcétera, para insultar a un adversario.
¿Qué le hicimos al universo para merecer esto? ¿Por qué el infortunio sigue enamorado de este país?, parafraseando a Roa Bastos. ¿Por qué siempre nos tocan estos políticos? Y, ¿por qué este país sigue votando a esta clase política?
En fin. Termino mi diatriba con la esperanzadora noticia de que las peleas internas se acaban a fines de julio.
Lástima que el trogloditismo machista no.