Días atrás, las compatriotas Analía Velázquez y Pamela Armoa (17 años de edad ambas) ganaron un concurso sobre energías renovables en Dubái, Emiratos Árabes Unidos. Obtuvieron USD 100.000 para financiar el innovador proyecto que proveerá de energía eléctrica y el agua caliente a su comunidad, con una fuente no contaminante.
En Singapur, el ingeniero Dante Recalde (31), quien se destaca como investigador en la Universidad Tecnológica de Nanyang, está realizando un ambicioso plan de electrificación del transporte público en la nación asiática. El proyecto, que cuenta con la colaboración de la Universidad Técnica de Munich (Alemania) y que es financiado por el Gobierno singapurense, tiene como meta lograr que todo el sistema de transporte sea eléctrico para el 2020. Sí, lo que podríamos haber empezado a emprender aquí hace años, tiene más chances de lograrse en el Lejano Oriente. Doloroso.
Fhacktions se llama un videojuego paraguayo que recientemente fue seleccionado por Google como uno de los mejores productos de Latinoamérica. La gigante estadounidense remarcó que se trata de una de las 15 mejores creaciones del continente en los últimos dos años, por lo que el software ahora competirá en la final del certamen Indie Games Festival Latam en São Paulo, Brasil. Los responsables son los talentosos compatriotas de la empresa Posibillian Tech. Y como ellos, existen varios más que, de a poco y con mucho esfuerzo, están llevando la industria de los juegos paraguayos a otro nivel.
En nuestro país existe un potencial innovador enorme, los casos mencionados en esta columna son apenas una pequeña muestra. Sin embargo, se necesita con urgencia una política que permita aprovechar el mentado bono demográfico (60% de la población tiene hasta 30 años) para que estas historias se multipliquen.
Se debe reconocer que el programa de becas Carlos Antonio López fue un acierto de la administración actual, tal vez uno de los pocos. Es oportuno que esta apuesta siga, sea cual sea el presidente electo en abril. Sin embargo, aún hay demasiado por hacer, si se considera que todavía no se llega a invertir 7% del PIB en educación. Además, según los últimos datos del Conacyt, en Paraguay apenas se destina el 0,36% del PIB en ciencia y tecnología; mientras que la inversión en investigación y desarrollo (I+D) llega al ínfimo 0,13%.
Cada año los logros de nuestros jóvenes son motivo de regocijo, pero ojalá se conviertan en una verdadera punta de lanza para lograr el anhelado desarrollo, y que no queden solo en reconocimientos esporádicos de las instituciones estatales. Que los proyectos, como los de energía renovable, no mueran encajonados por presiones de minúsculos grupos de poder. Pero para ello hay que eliminar demasiados vicios, iniciando con la madre de todos: la corrupción.