12 abr. 2025

Uniones gay, tolerancia y uso de la razón

Por Gustavo A. Olmedo B. golmedo@uhora.com

La semana pasada el Tribunal Supremo de los Estados Unidos falló a favor de la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo en todo el país. Una decisión relevante que anula la potestad de los estados de prohibir estas uniones. La determinación en el país más poderoso del mundo tendrá como efecto una mayor presión hacia las naciones del planeta, especialmente para las latinoamericanas, buscando que estas apliquen las mismas reglas de juego, sin importar las críticas que se tengan. Se trata de una agenda política impulsada por Barack Obama, por lo cual, incluso la aprobación de fondos y programas para países en desarrollo tienen como condicionamiento la aceptación de leyes relacionadas.

Una agenda que, según antecedentes, luego instala legislaciones que terminan castigando por discriminación a quienes se atreven a afirmar y defender que matrimonio es algo que solo corresponde entre un hombre y una mujer, como base de la sociedad. Uno de los casos es México, en donde se le demandó al cardenal Sandoval Iñiguez por ese motivo.

Pero más allá de estar a favor o en contra de la determinación de la Justicia norteamericana, la misma vuelve a plantear aspectos referentes a la tolerancia y también al uso de la razón. Observando los comentarios a nivel de medios de comunicación y redes sociales, queda claro que todavía necesitamos superar la idea de que quienes tienen cuestionamientos sobre estos temas son necesariamente homofóbicos, intolerantes y retrógrados. Sin embargo, no es así. Con argumentos y respeto se fomenta el diálogo.

También muchos aún deben entender que por ser homosexual uno no se convierte en malo o bueno, de por sí. Una persona es mucho más que su tendencia sexual; su dignidad es ontológica e inalterable.

Y este hecho también nos desafía al uso adecuado de la razón, es decir, a esa necesaria apertura a todos los datos que la realidad nos ofrece, incluso a aquellos que nos disgustan o no corresponden a lo que pretendemos. La razón exige acercarnos con honestidad a los semejantes y los hechos, para aproximarnos a la verdad.

Hoy es un reto entender que el reconocer las diferencias en el otro no es discriminarlo. La unión legal de parejas homosexuales –en este caso– bien puede tener otra denominación a la de los heterosexuales, cuyo impacto y función en la sociedad son muy diferentes. Por ello, pretender por ley eliminar las diferencias es una medida que no se compadece de los datos de la realidad, y se transforma en una imposición irracional. Son distintos y ello no implica un signo negativo para ninguno. Al final de cuentas ¿no es de sentido común tratar situaciones diferentes de manera diferente? Entender, o por lo menos debatir esto, ya será un gran paso.