EFE
“‘Cien años de soledad’ es determinante para mi vocación y también de alguna manera (ofrece) la idea de lo que debe ser la relación de un libro con su lector; para mí debe ser de seducción, con voluntad de atrapar al lector, sin dejarle puertas de escape”, dijo Vásquez en una entrevista telefónica con Efe desde Suiza.
La obra más célebre de Gabriel García Márquez, de cuya publicación se cumple mañana medio siglo, le dio ese impulso para hacerse escritor, igual que “Ulises”, de James Joyce, dos obras muy diferentes que considera también “dos maneras distintas de entender la relación entre el libro y el lector”.
"(Joyce) cree que los lectores deben merecerlo y esforzarse, ‘Cien años de soledad’ es la ética contraria, el libro como sofisticado aparato de seducción y de secuestro de la conciencia del lector”, subrayó Vásquez.
También eso se expresa en el paso de su vida, ya que cuando era más joven se inclinaba más por “Ulises” y ahora opta “completamente” por García Márquez.
Lo que convierte “Cien años de soledad” en algo tan seductor “es lo que se vienen preguntando todos los escritores desde que se publicó la novela”, confiesa el autor de “El ruido de las cosas al caer” que cree necesario acercarse a la novela “con destornillador en la mano”.
“Hay que poner la novela patas arriba y abrirla para ver cómo está construida por dentro”, asevera Vásquez, que se encuentra enclaustrado en Suiza terminando su próxima obra.
De ese modo, ha conseguido revelar muchas de las claves entre las que destaca “la increíble regularidad formal de la novela”, que tiene 20 capítulos casi de la misma extensión y los párrafos suelen tener la misma extensión.
“Son párrafos construidos de una manera muy especial. Uno aprende a escribir frases con Borges, párrafos con García Márquez y novelas con Vargas Llosa”, subraya.
Ese tipo de párrafos hace que “el lector nunca parpadee” y “esté inmerso en los movimientos de la novela”.
Con su desatornillador, el escritor bogotano descubrió que la de García Márquez es “una prosa con un ritmo especial que es encantatorio, que hipnotiza”.
Todo eso cree que es “fruto de complejísimas decisiones técnicas” que llegaron a García Márquez por la mezcla de influencias que aparecieron tras “años de trabajo bajo la influencia” de Franz Kafka, William Faulkner o Ernest Hemingway.
Así fue como el hijo del telegrafista de Aracataca encontró “una voz, un tono, un registro y una arquitectura” que hacen que “Cien años de soledad” sea “la primera experiencia que es desde la primera página”.
García Márquez también va indisolublemente unido a la historia de Colombia, que se refleja puntualmente en “Cien años de soledad”, tanto es así que desde que el conflicto de medio siglo con las FARC enfiló el final las alusiones a Macondo se multiplicaron.
Fueron numerosos los actores políticos y guerrilleros que comenzaron a pedir a Mauricio Babilonia que liberase las mariposas amarillas, un recurso tópico y habitual que a Vásquez le parece “un folclorismo y una frivolidad”.
“Eso que se ha convertido en el afiche del libro y en la imagen más reconocida y famosa es una idea de último minuto de García Márquez”, subrayó.
Vásquez también recuerda con particular cariño la ocasión que tuvo de conocer a García Márquez, al hombre que escribió la novela que le encaminó a ser escritor.
Pese a que muchos críticos consideraron al autor de “La memoria de las ruinas” como el heredero del de “Cien años de soledad”, la reunión se hizo esperar y tuvo que ser una prima de García Márquez la que facilitó el encuentro.
“Se escandalizó de que no lo conociera y cuadró una cita para que pudiera conocerlo lo que para mí fue profundamente emocionante porque pocos escritores han modelado tanto mi propia vida de lector y novelista como él”, recuerda.
Pese a la espera, la ilusión del encuentro fue más efímera porque “Gabo” ya estaba “al final de su vida y no tenía su cabeza intacta”.
Como el propio García Márquez decía en su novela, apenas “podían alcanzarle ni los más altos pájaros de la memoria”.