La dibujante holandesa Barbara Stok se mete de lleno en esa época del pintor holandés por considerar que se trata de un “momento muy interesante”, unos años en los que realizó sus pinturas “más bellas”, así como unos días en los tenía “esperanzas, sueños y desilusiones”.
Allí, en Arlés (sur de Francia), encontró “resignación y consuelo en su obra y en su naturaleza”, recuerda la autora, al tiempo que rememora una de las frases que rescata en el cómic de las decenas de cartas que Van Gogh le enviaba a su hermano Theo: “Cuando estoy pintando en el campo, siento los lazos que nos unen a todos”.
Y es en esas misivas donde arrancó este trabajo de tres años. “Era como leer un diario y de sus cartas escogí escenas y pensamientos que me parecieron interesantes. También fui a Arles y Saint-Rémy para ver dónde vivía y reuní todos los hechos necesarios sobre Francia a finales del siglo XIX, porque para hacer un dibujo tienes que conocer cada pequeño detalle. Por ejemplo –explica–, qué tipo de ropa llevaban en ese tiempo, o qué tipo de lámparas tenían”.
Detalles que Stock ha reproducido tras seguir paso a paso su método de trabajo: “Escribí un amplio esquema de la historia, después escribí los diálogos y comencé a dibujar página por página. Mi marido Rick me ayudó a colorear, y utilizamos los colores de las pinturas de Van Gogh”.
Su parte favorita fue la de la “paz y resignación que encontró Van Gogh en Saint-Rémy, donde se trasladó en mayo de 1889 desde Arlés para ser internado por decisión propia en el hospital Saint Paul de Mausole. Una nueva etapa para el pintor que provocó algunas de sus más célebres pinturas, como La noche estrellada, Autorretrato o La habitación del pintor. EFE