Hace más de 100 años, los obreros paraguayos, luego de ya constituidos en sindicatos y centrales obreras iniciaron las primeras conmemoraciones por el Día del Trabajador, en homenaje a los sindicalistas ‘‘mártires de Chicago’’ quienes el 1 de mayo de 1886 organizaron una gran huelga que derivó en la conocida masacre Haymarket, en el contexto de la lucha por los derechos de los trabajadores.
Las reivindicaciones fueron: Seguridad en las fábricas, reducción de la jornada de trabajo a ocho horas, el incremento de salarios, el reconocimiento de las organizaciones sindicales y los derechos de la mujer, así como la eliminación del trabajo infantil.
El historiador y profesor Claudio Fuentes relata que probablemente este día de reivindicaciones se comenzó a conmemorar a partir de principios del siglo XX, por medio de la introducción del anarcosindicalismo en el país, principalmente a partir de las figuras de Pietro Gori, intelectual abogado y escritor anarquista italiano, y del periodista y escritor Rafael Barrett.
Según menciona la historiadora Milda Rivarola en “Obreros, Revoluciones & Utopías” el 1 de mayo de 1902 habría sido una de las primeras veces que se registró la conmemoración en Paraguay, específicamente, entre los obreros ferroviarios de la estación y taller de Sapucai. El año anterior –comenta Fuentes– en esta estación, el intelectual anarquista Pietro Gori dio un discurso a los obreros. Las circunstancias que rodean a estos inicios de conmemoraciones eran las de un país sacudido por las revoluciones y cuya economía de enclave se veía en el abuso del obrero-obrajero, el famoso “mensú” que tanto Rafael Barrett denunció sus pésimas y serviles condiciones de vida y de trabajo en sus obras “El dolor paraguayo” y “Lo que son los yerbales”, dando emergencia a la organización obrera en el país.
‘‘Es posible también que hayan surgido otras conmemoraciones del 1 de mayo antes o en otros lugares del país, era un momento de efervescencia del movimiento sindical a nivel nacional e internacional’’.
La lucha por la dignidad del trabajador se sigue expresando con paros, huelgas y las calles. Los sindicatos se convirtieron en actores dinámicos y protagónicos principalmente en los años 90, con la vuelta de la democracia y la promulgación del Código del Trabajo de 1993. Fuentes dice que hoy en día si bien es cierto que las luchas continúan, quizás la causa obrera esté más debilitada, producto también de los tiempos que vivimos de flexibilización laboral internacional. ‘‘Quizás los sindicatos públicos sean actualmente los más importantes’’.
El informe del proyecto “Sindicalismo en debate en Paraguay’’ promovido por la Fundación Friedrich Ebert (FES) en 2020, da cuenta que actualmente la fuerza laboral sindicalizada en el sector público es mayor a la del privado. De cada 10 personas sindicalizadas solo 1 de ellas está asociada a un sindicato del sector privado.
Educación
Un fenómeno que se observa entre muchos trabajadores –especialmente jóvenes– es el desconocimiento de sus derechos laborales y de la historia misma de las luchas sindicales. El historiador Claudio Fuentes cree que hay una responsabilidad en la educación en historia cuando pensamos que el estudio de esta abarca solamente guerras, política o un listado de obras de gobierno en las miradas tradicionales.
Si bien hay muchos avances en historia social en los últimos años con investigadores e investigadoras con nuevas producciones sobre las clases populares, obreros, campesinos, indígenas, mujeres, minorías, afrodescendientes, etc. Fuentes cree que la divulgación de este tipo de historias no es tan fuerte frente a la enorme inercia de la historia política y militar tradicional.
En esta edición de ÚH, como un homenaje, compartimos el día a día de trabajadores del país.
Las luchas continúan, quizás la causa obrera esté más debilitada,producto de los tiempos que vivimos. Claudio Fuentes, historiador y docente.
“Yo siempre quise ser un agricultor”
Desde J.A. Saldívar, Teófilo Acosta (58) llega cada día hasta el microcentro capitalino. Con él, llegan sus remedios refrescantes desde hace 25 años. El producto que ofrece es el fruto de su propia huerta, revela.
“Empiezo mi día a las 2 de la mañana. Llego antes de las 6:00 acá y termino a las 11:00”, dice Teófilo.
En su casa, continúa con su labor trasplantando plantines, cuidando de otros y preparando los remedios yuyos que venderá al día siguiente.
Se considera una especie de médico ñana, cuando orienta a sus clientes sobre el yuyo que podría ayudarles en una dolencia.
Este fue desde siempre su trabajo, el de vendedor de yuyos. Con sus padres ya se había iniciado de niño.
“Soy agricultor, siempre me gustó la agricultura. En mi casa, aparte de esto, tengo mi huerta, mandioca, maíz”, dice orgulloso.
Como observador de la calle hace dos décadas y media, aguarda que lleguen tiempos mejores.
“Hay que hacer de todo un poco ahora”
Como cada día, Fidelino Ayala (43) estaba alistando mezcla para una obra. Oriundo de Capiatá, hace un año trabaja en la zona del Mercado 4. “Siempre trabajé en construcción. Con mis compañeros de todo hacemos. Casas, plomería, electricidad, pintura, albañilería”, describe Fidelino, quien realiza varias labores, incluso siendo chofer, según contó.
Sus conocimientos en el oficio de la construcción los fue adquiriendo en los distintos cursos que tomó en el SNNP, reveló.
“Por ahora estamos en una situación en que hay poco trabajo. Hay que hacer de todo un poco ahora en estos tiempos”.
Como todo ciudadano, aguarda que el próximo presidente de la República pueda crear más fuentes de trabajo en el país.
Sin embargo, su entusiasmo decae al recordar que muchas veces promesas similares fueron sepultadas en la losa del olvido. En la conmemoración del 1 de mayo desea que no falte el pan a nadie.
“Decidí ser enfermera luego de que mi papá se enfermó”
Sus primeras pacientes fueron sus muñecas. Cuando era niña, Juliana Ortiz Ayala (56), enfermera jefa del área de consulta externa en el Hospital de Barrio Obrero, tratada de inyectarles a esos juguetes. Su vocación no se inició por tener un pariente o padres que tuvieran una profesión. Pero sí fue un episodio relacionado con la salud que la llevó a la profesión.
“Mi papá tuvo un problema de la columna y se quedó con una joroba a causa de eso. Todo eso me llamó la atención y por eso, decidí ser enfermera”, cuenta Juliana.
Estar en un hospital público no solo requiere conocimientos técnicos, sino también calidez humana. La enfermera relata que de su trabajo lo que más le gusta es ayudar a las personas; sobre todo en los momentos difíciles.
“Especialmente me gusta ayudarles a la gente que viene del interior y a adultos mayores que llegan solos”.
La paciencia con los usuarios del centro asistencial es una de las virtudes que ejercita cada día, principalmente en estos tiempos de viralizaciones.
“Del trabajo que hacemos día a día prácticamente no se ve nada. Pero si pifiamos una vez, eso se divulga por todas partes. Pero nosotros contamos hasta diez y tratamos de ayudarle a nuestro paciente”, dice.
Juliana cuenta cómo con su esfuerzo fue subiendo hasta llegar al puesto que ocupa actualmente. También de cómo pudo costear los estudios de su única hija.
Con los años de experiencia, transmite templanza a las compañeras más nuevas y aprendió a administrar un grupo humano. Esa entereza fue importante en la etapa más dura de la pandemia. “Además de la paciencia, este trabajo enseña a ser humilde siempre”.
“Me hubiese gustado mucho ser profesor de Matemáticas”
Desde hace 43 años Víctor Quiñónez (53) ocupa un puesto de lustrabotas en la Plaza de la Libertad, sobre la calle Chile.
Cada día llega desde la Chacarita para mantener el lugar que originalmente fue de su padre. Los tiempos y los calzados cambiaron y Víctor tuvo que diversificar su rubro.
“Ahora ya hay poco lustre. No se usa más casi zapatos de esa clase. Por eso, ahora arreglo también. Esto aprendí de mi papá y me deja más plata”, dice el trabajador cuya jornada va de 6:00 a 14:00, de lunes a sábados.
Con el trabajo que realiza cada día pudo criar a sus cinco hijas. Según cuenta, algunos días espera horas por la llegada de clientes.
“Es difícil así esta situación, uno se preocupa porque debe hacer algo para mantenerse cada día”.
La zapatería y el lustrado no es el único oficio de Víctor. También suele realizar trabajos de pintura y albañilería. Un tiempo fue jugador de fútbol. Cuenta que jugó en un club de Alto Paraná, pero regresó. “No me hallaba por allá”, dice.
Víctor revela que es un apasionado por los números. Cuenta que un profesor le enseñó a memorizar las tablas de multiplicar diciéndole que esa era la clave para aprender el ejercicio.
Confiesa que por dedicarse desde muy pequeño a trabajar para ayudar a su madre, no pudo seguir una carrera. “Me hubiese gustado ser profesor de Matemáticas. Pero a mis hijas les enseñé todo”.
Revela que hace un tiempo volvió a la Chacarita. Vivió 30 años en Capiatá con sus hijas y la madre de ellas. Su compañera de vida falleció hace dos años a causa del Covid. “Mis hijas me dijeron que me quede en la casa, pero ya no quería estar ahí”, dice al expresar el dolor que le causa la ausencia de su compañera.
“Para las mercaderas, nada es imposible”
Carolina Bogado (32) tenía apenas 40 días de nacida cuando por primera vez conoció el mundo del Mercado 4. Su madre era vendedora en el popular centro comercial y la llevó a la guardería que había ahí. Ella sigue sus pasos actualmente ofreciendo coloridas y jugosas frutas en el mismo lugar.
Una de las cosas que más le gustan de su trabajo, según cuenta, es la independencia. “Podemos elegir nuestro horario y la forma en que nos manejamos. También cuando hablamos con nuestros clientes y nos cuentan sus cosas”.
Entre lo difícil de cada día; deben hacerle frente a las veces que la venta es escasa o nula. Más aún cuando hay aumentos. En esos momentos saben que deben pagar las mercaderías traídas y que las cuentas no esperan.
La situación económica suele ser un escollo para concretar planes que uno tiene a futuro. Carolina lo sabe. “Por circunstancias de la vida no pude estudiar. Me hubiese gustado ser administradora o contadora. Pero este es un buen trabajo también”, dice, sin descartar que pueda cumplir alguna vez ese anhelo.
Como parte de una familia que trabaja en el mercado, Carolina sabe del esfuerzo de estar a las 3:00 de la mañana transportando sus productos. También de estar en su puesto cada día haga mucho frío, calor o con lluvia.
“Lo que nos enseña el día a día acá en el mercado es que para nosotras, las mercaderas, no hay nada imposible. Acá aguantás todo”.
Hablando de los últimos cinco años, dejó una opinión con base en lo vivido. “Las personas pobres fueron más pobres y los ricos más ricos”.
Una batucada proselitista estaba en el momento de la entrevista recorriendo la zona. Carolina espera que vayan más de seguido y no solo cuando necesitan los votos de trabajadores.
- 3.525.381 era la población ocupada en el último trimestre del 2022, según datos del Instituto Nacional de Encuestas.
- 212.265 personas estaban desocupadas por insuficiente tiempo de trabajo durante el 4° trimetre del 2022.
- 1.589.208 personas de 15 años y más están disponibles o no para trabajar y no buscaron trabajo por diferentes razones.