Por Narumi Akita
Socia de ADEC
“Venderemos 300 tortas, estrenaremos un sabor nuevo mensualmente y atraeremos 50 nuevos clientes antes de que termine el año, porque todos merecen ser celebrados en su día especial”. No estamos acostumbrados a leer una misión empresarial así de clara y memorable, ¿cierto? Normalmente leeríamos algo como “Elevar el nivel de satisfacción de nuestros clientes a través de la entrega de productos gastronómicos de excelencia, manufacturados con la máxima calidad…” y es en esta parte donde nuestro cerebro empieza a perder interés.
Pero algo diferente ocurre en nosotros cuando contamos con una misión entendible y realmente alcanzable. Nos empuja hacia delante, nos quita de la inercia en la que muchas veces nos encontramos por culpa de la niebla provocada por un conjunto de palabras rebuscadas, copiadas e impersonales.
Cuando sumamos a la misión unas características particulares y acciones críticas tenemos en mano una gran fórmula empresarial.
Hagamos un ejercicio juntos. Pensemos de vuelta en la pastelería cuya misión mencioné al inicio. Esta empresa necesitaría colaboradores que tengan 3 características críticas:
1.Ser creativos.
2.Ser aprendices curiosos.
3.Ser limpios y ordenados.
El siguiente paso es decantarlo en tres acciones que se repitan día a día hasta que formen parte de la cultura:
1. Aprender técnicas nuevas de decoración.
2. Mirar a los ojos, saludar con una sonrisa y ofrecer muestras de torta a cada cliente.
3. Responder a los pedidos desafiantes con “Encontraremos la forma de hacerlo”.
1 misión, 3 características y 3 acciones. Parece una fórmula muy escueta, pero en épocas complejas volver a lo simple es revolucionario. Imaginémonos trabajando en esa pastelería, primero sabiendo claramente cuál es la meta económica y por qué hace una diferencia en la vida de los demás; segundo sabiendo que nuestras características personales son clave para el trabajo; y tercero que hay unas acciones cotidianas que nos mueven hacia el destino. Esta sencilla estructura resuelve problemas comunes en el ámbito empresarial, como la falta de dirección, la selección errónea de colaboradores y la desmotivación debido a la sensación de que los esfuerzos no generan resultados.
“Actuamos con calma bajo presión”, “amamos trabajar con las familias”, “tenemos un gran sentido de justicia”, “entregamos nuestro trabajo a tiempo”, “redactamos con excelencia”. ¿A qué tipo de empresas o rubros podríamos aplicar esto? ¿Se nota la diferencia con solo repetir las frases de “somos responsables”, “somos comprometidos”?
Cuando damos precisión a nuestro lenguaje, respaldado por nuestra integridad, las chances de inspirar a los demás y moverlos hacia la misión son más altas. Porque no solo estamos vendiendo 300 tortas, estamos siendo parte de una celebración, de memorias a largo plazo y de alegría en la vida de otros.
Una de las razones por la que tanta gente piensa que solo enciende una hornalla cada día (mientras se apaga por dentro) es porque el líder no ha hecho el trabajo de recordarles que desde donde están son protagonistas de una gran historia.