El martes a la noche las redes sociales se llenaron de chanza y regocijo. Todas las felicitaciones iban dirigidas a un anónimo birlador que –según la denuncia policial– se había robado el celular del senador Víctor Bogado. Legislador convertido en personaje de desprecio para un amplio sector de la sociedad, como varios de su especie, por melindroso, deshonesto, pendular, transador, mentiroso y otras lindezas similares...
La algarabía no hubiera sido completa –para quienes celebraban con sorna e ironía– si el hecho, además, no se hubiera producido en un acto oficial en una seccional colorada (la 24) con la presencia del presidente de la República, Horacio Cartes, su delfín precandidato Santiago Peña, una seguridad con guardaespaldas y militares y en el ex barrio Stroessner.
El rostro desencajado de Bogado, que recorrió los portales digitales y se hizo carne en memes y comentarios socarrones, lo describía de cuerpo entero. Parecía preocuparle, no el valor del adminículo electrónico sustraído, sino su potencial contenido, archivos, screen, fotografías, audios, mensajes de WhatsApp, datos del Inbox, videos caseros y otras app de comunicación diversa. Porque el hecho, además, se produce en un momento crítico de amores y desamores preelectorales dentro del partido de Gobierno; hay negociaciones, ofertas y ofrecimientos varios, así como eventuales campañas sucias y revelaciones sorprendentes que suelen eclosionar en estos tiempos.
La primera frase que saltó al conocerse el caso: “ladrón que roba a ladrón tiene 100 años de perdón”. El senador colorado no solo había robado la esperanza de sus electores en sucesivas ocasiones...
Este hecho recuerda a otros que se dieron en actos oficiales, revelándose como metáfora ridiculizante del poder político ante el cual nadie está a salvo. En mayo de 1996 –cuando era presidente Juan Carlos Wasmosy–, en plena sesión de honor en el Senado, al ex presidente uruguayo Luis Alberto Lacalle Herrera le robaron un Rolex de USD 5.000 del atril donde disertaba. Dos segundos de descuido terminaron en una pérdida que ya lleva 21 años.
En otra ocasión, recordaba un colega, llegaron unos altos exponentes del Tesoro estadounidense al Banco Central del Paraguay para presentar unos billetes con nuevos diseños que estaban lanzando. Y pese al alto control, bóvedas, cámaras de seguridad, etc., desaparecieron 300 dólares de los nuevos, ante la desazón de los visitantes.
Y así hay un largo etcétera en estas hilarantes desventuras.
Tal vez en breve sepamos qué contenía el celular del senador, para así seguir riéndonos de la desgracia de tenerlo a él y a otros como legisladores.