LO MEJOR
LO PEOR
GRANDE ENTRE GRANDES: Olimpia volvió a ganar un superclásico y, tras tanta sequía en un pasado reciente, se le va haciendo costumbre festejar a lo grande al final de cada partido ante los azulgranas.
Sea cual fuese el resultado final de la campaña de los franjeados en este Apertura, es indudable que el equipo de Gregorio Pérez les dio varias alegrías a las que no estaban muy acostumbrados sus hinchas en los últimos años, como ser las victorias ante el rival de todos los tiempos, a las que se suman las logradas frente a Libertad en el presente campeonato, demostrando mística y altura para enfrentar los grandes juegos.
TODO CAMBIA. Oswaldo Vizcarrondo se metió de cabeza en la historia de los superclásicos en la tarde del domingo. Desterrando por siempre la secuencia de aquel jugador que deambulaba en los partidos de Reserva, para luego ducharse y observar, en medio de la indiferencia general, los juegos de la Primera de Olimpia, desde las Preferencias.
Nada queda de aquel jugador que estuvo a punto de seguir los pasos de Ebelio Ordóñez, a éste que terminó siendo llevado en andas por sus compañeros tras su consagratoria actuación frente a Cerro.
LOS LLEVÓ DE PASEO. Juan Manuel Lucero sacó a pasear a todo jugador de Cerro que se le pusiera en frente, manteniendo un nivel altísimo en los primeros cuarenta y cinco minutos.
Ganándole una y otra vez en el mano a mano a un especialista en esa cuestión como Iván Piris, cada arranque del argentino encendió la alarma hacia el arco del Gatito Fernández; también fueron víctimas de su habilidad Diego Herner y David Mendoza.
Aun sin estar en plenitud física, Lucero cumplió su mejor actuación en lo que va del año, solo comparable a la de aquel choque ante Libertad, en el “Feliciano Cáceres”.
EL MÁS PELIGROSO. Como en otros tantos juegos de la presente campaña, Jorge Brítez se constituyó en el arma más peligrosa de Cerro a nivel ofensivo. En medio de las reiteradas carencias sufridas en esa zona por el equipo de Troglio, el mediocampista fue el protagonista de cuatro de las cinco situaciones que tuvo su equipo, incluida la del gol.
Sin estar fino en el trato del balón (entregó muchos malos pases), habiéndose salvado en un par de ocasiones de la expulsión, el Mono dio una lección de amor propio para llevar adelante a su equipo en los peores momentos del juego.
EN LO MÁS ALTO. Pablo Velázquez volvió a encenderse al servicio de Rubio Ñu, con dos soberbias definiciones para ganar después de un buen tiempo.
El delantero, cuya ficha pertenece a Libertad, manifestó en muchas ocasiones que su deseo es seguir en la Arboleda hasta fin de año, una situación más que dificultosa con semejante producción en los arcos rivales, ya que cuentan que varios clubes de México están poniendo sus ojos en él.
CAÍDA LIBRE. Cerro ostentaba un más que interesante invicto en su arco antes del juego frente a Olimpia, una invulnerabilidad que tuvo sus argumentos en la presencia de Júnior Fernández y en un trabajo defensivo encomiable, pero..., por varios factores, la imagen sobria que venía mostrando el equipo de Troglio cayó al vacío en el superclásico.
Con una defensa que no pudo contener a un endiablado Lucero, que dejó insólitamente libre en un par de ocasiones a Vizcarrondo y una mención especial para el Gatito Fernández, que calculó muy mal su salida en el primer gol y dejó que se le escape una pelota increíble que casi se transformó en el segundo, toda una rareza en él.
El resultado fue lógico: chau invicto; los restantes partidos se encargarán de demostrar si solo se trató de una mala tarde.
POR UNA TORTILLA. La historia cuenta que esta vez los hinchas organizados de “La Plaza” y “Comando”, seguidores de Cerro Porteño, se trenzaron en una batalla campal a causa de una tortilla.
Esta vez no fueron las entradas de favor, o dirimir quiénes se imponen en los cánticos, ni tampoco una bandera robada. El motivo por el cual se pegaron con todo lo que tenían a mano, incluido algún cuchillo que apareció en medio de la trifulca, poniendo en serio peligro a terceros e inocentes que nada tenían que ver, fue nada más y nada menos que un bocado hecho a base de harina, agua y huevo; está claro: una tortilla.
Un motivo tragicómico que desnuda la tremenda intolerancia de estos grupos, que volverán a concurrir con normalidad a la cancha, aunque con su violencia se encargan de correr para siempre del fútbol a hinchas comunes que quedaron atrapados en medio del fuego cruzado.
NO ES NEGOCIO. Proponer precios de primer mundo a un partido de interés nacional, en un país empobrecido como el nuestro, ha demostrado no representar un negocio florido a las dirigencias de Cerro y Olimpia.
Resultó una imagen extraña el ver el sector de Plateas semivacío, muchos claros en Norte, en el partido más importante del Apertura.
DESPAREJO. Libertad volvió a demostrar un rendimiento desparejo en todas sus líneas, en el frustrante empate ante el modestísimo 2 de Mayo.
Con una defensa que cada vez defiende menos, un mediocampo desordenado y un ataque al que le cuesta una enormidad llegar al gol, el equipo gumarelo no puede dar el salto que lo instale en el umbral del pentacampeonato.
Con algunas reacciones cercanas al mal gusto, como los gestos de Lorgio Álvarez hacia Javier Torrente en el momento de ser sustituido, aprovechando el boliviano un momento en el que la Preferencia se lo quería comer al DT.
Situaciones que nos dan la pauta de que el problema en Libertad no solo es futbolístico, sino que tiene su alcance hasta en la convivencia plantel-cuerpo técnico.
SEGUNDAS PARTES. Nunca fueron buenas, se dice, tal como resultó el segundo ciclo de Miguel Zazhú al frente del Sportivo Luqueño.
El DT campeón del Apertura de 2007 se dio cuenta de que el equipo dejó de responderle y eligió la sabia decisión de abandonar el cargo.
Pensar que este Luqueño estuvo peleando la punta del torneo en algún momento es una postal demasiado lejana, sobre todo observando la imagen del equipo que cayó sin pena ni gloria, goleado, ante Nacional.