El año 2021 ha sido una tragedia para una gran cantidad de familias. El pico de la pandemia arrasó y se llevó vidas enlutando a miles de personas. El sistema de Salud colapsó haciendo que muchos enfermos entraran tarde al sistema y, con ello, no pudieran recibir de manera oportuna la atención que necesitaban. Las vacunas llegaron tarde y solo después de una amplia demanda social.
Los intereses particulares estuvieron en primer lugar. Los políticos aprovecharon para robar alevosamente gracias a los recursos adicionales destinados a enfrentar la pandemia; mientras que el sector privado aprovechó para especular con la oferta de insumos y presionar al sector público para su beneficio propio.
Las consecuencias fueron nefastas para la economía de las familias. Por segundo año consecutivo, el empleo y los ingresos laborales se mostraron deprimidos y continuó el endeudamiento de los hogares. Todo esto empeorando la situación previa a la pandemia caracterizada por elevados niveles de precariedad laboral y deuda privada.
Ante la situación anterior, el rol del Estado era fundamental para garantizar el acceso a servicios de salud. Sin embargo, la corrupción público-privada impidió el fortalecimiento del sistema de Salud y de protección social. Millones de guaraníes provenientes del endeudamiento público terminaron en manos privadas.
Mientras las familias debieron recurrir a la venta de sus activos y a más endeudamiento para enfrentar el Covid, un sector minoritario se aprovechaba de la existencia de fondos públicos y de la desesperación de la gente para robar y tener ganancias extraordinarias gracias a los negocios con el Estado y a la especulación de medicamentos.
No en vano cualquier encuesta de percepción capta la desaprobación ciudadana sobre la situación del país y el estado de las ventajas y privilegios de los que gozan unos, mientras la mayoría sufre las consecuencias de empleos de mala calidad, ingresos bajos, falta de sistema de salud y protección social, trato desigual en la economía, sea como productor, trabajador o consumidor.
Luego del susto y la incertidumbre que generó la pandemia en 2020, el 2021 fue un año de sufrimiento pero también de certezas. Esta pandemia visibilizó la terrible desigualdad a la que se enfrenta la ciudadanía cuando se trata de elegir entre un Estado que beneficie a todos o un Estado que otorgue privilegios a unos pocos.
Paraguay se está convirtiendo en un país insostenible económica, social y políticamente. Este último año cierra con el sabor amargo de la recesión a nivel microeconómico a pesar del crecimiento del producto interno bruto, los casos de corrupción que impidieron mejores servicios públicos y la impunidad que da aire a que los corruptos continúen.
A pesar de los bajos niveles de optimismo reinantes actualmente en Paraguay, siempre es posible el cambio. En algún momento, políticos y autoridades deberán implementar transformaciones radicales, ya sea presionados por la ciudadanía o por su propio compromiso con el país.