07 nov. 2024

28 años de democracia, tras la oscura noche del stronismo

Incluso con sus imperfecciones, la democracia siempre es mejor que la dictadura. Alfredo Stroessner (1954-1989), el dictador que gobernó el Paraguay por 35 años, dejó una pesada herencia: un país de analfabetismo cívico, con corrupción endémica y desigualdad creciente. Por eso, construir la democracia en estos últimos 28 años no ha sido una tarea fácil para los paraguayos, y por eso también hubo avances y retrocesos. La ciudadanía conquistó derechos civiles y políticos, y sigue aguardando el pago de la deuda social. Pero el país enfrenta hoy uno de sus más grandes desafíos: debe romper con su pasado stronista. No se puede volver a caer en las garras del autoritarismo, con violación de DDHH, persecuciones arbitrarias y cercenamiento de libertades.

El nefasto sistema político instaurado por Alfredo Stroessner oprimió a los paraguayos durante 35 años. Hasta el día en que otro general, su consuegro Andrés Rodríguez, dio un golpe de Estado, Stroessner rigió con mano dura, persiguió y asesinó a los que pensaban diferente, prostituyó las instituciones republicanas; y con un régimen de prebenda, opresión y clientelismo mantuvo a los paraguayos en la más supina ignorancia de sus derechos y libertades. Por eso el 3 de febrero debería ser celebrado en el Paraguay como una fecha fundacional; ese día comenzamos a dejar atrás un largo y oscuro sistema político, tan cruel como corrupto.

No hay dudas de que el Paraguay cambió en este periodo de 28 años; sin embargo, el infortunio no quiere permitir que nuestro país deje de dar tumbos y que cada tanto vuelvan las peores pesadillas de nuestro pasado.

El gobierno de Horacio Cartes está volviendo a imponer una forma de accionar político que nos recuerda a lo más terrible de la dictadura. Además de la ya conocida prepotencia de atrasada raigambre caciquística, se vuelven a implementar estrategias que otrora provocaron un reguero de injusticia y dolor. Violentar las leyes para beneficio de unos pocos y para saciar ambiciones personales es un claro ejemplo de que el stronismo persiste como cultura política, aunque haya muerto como corriente militante.

Es por eso en que lo que más se parece Cartes a Stroessner es en su intención de retener el poder. El dictador fue reelecto un total de siete veces en 35 años. En este tiempo, el stronismo hizo una Constitución nueva y después la volvieron a modificar para conseguir perpetuarse en el poder.

Hace apenas un año, Horacio Cartes aseguraba que “hablar de la reelección es una pérdida de tiempo”, y le creímos. Desde entonces todo ha ido cuesta abajo. Su pretendido desinterés por continuar en la presidencia se convirtió en una verdadera obsesión. El último capítulo y quizá uno de los más obscenos que se hayan visto en estos 28 años de democracia es el de las famosas firmas reunidas a favor de la enmienda. Entre ellas fueron hallados nombres de policías, niños y hasta muertos.

Hoy, a 28 años del inicio de la democracia en el Paraguay, debemos celebrar los logros, pero al mismo tiempo debemos comprometernos en mantener las conquistas sociales y políticas. Pero sobre todo, el Paraguay debe decir definitivamente adiós a su pesada herencia stronista.

La defensa de las instituciones democráticas del abuso de mayorías circunstanciales debe ser un deber moral de todo paraguayo de bien.

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