La gran noticia llegó a Paraguay el 8 de diciembre de 1987, cuando durante la festividad de la Virgen de Caacupé, los obispos anunciaron la visita del papa Juan Pablo II. Una buena nueva que se recibió con júbilo en medio de la feligresía reunida en la Capital Espiritual del Paraguay.
El 16 de mayo de 1988 arribó el papa Juan Pablo II a Paraguay para comenzar la breve pero esperada visita de tres días en la que no perdió la oportunidad de hacer fuertes críticas al dictador Alfredo Stroessner, que en ese entonces oprimía al pueblo paraguayo.
El polaco Karol Józef Wojtyla se convirtió ese día en el primer Sumo Pontífice en pisar tierra guaraní y dejó su huella en Asunción, Caacupé, Encarnación, Villarrica y el Chaco con encuentros multitudinarios.
Pese a la torrencial lluvia, unas 400.000 personas se reunieron en el campo de Ñu Guasú para encontrarse con el Papa en la primera misa que ofició en nuestro país, antes de trasladarse al Palacio de Gobierno para la cita de rigor con el dictador.
En el Palacio de López formuló fuertes críticas en defensa de los obispos y cristianos paraguayos perseguidos y dejó un frase que retumbó en el tirano y su séquito: “No se puede arrinconar a la Iglesia en sus templos, como no se puede arrinconar a Dios en la conciencia de los hombres”.
Las palabras del Papa resultaron muy duras y críticas para el régimen y ayudaron a precipitar su posterior derrocamiento.
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Siguiendo con su agenda, el 17 de mayo de 1988, el Papa recorrió 524 kilómetros para llegar hasta la Misión Santa Teresita, en Mariscal Estigarribia, Chaco Paraguayo, donde protagonizó un histórico encuentro con los pueblos originarios de la región.
Subido a un humilde y simbólico altar construido con troncos de Karanday, el Sumo Pontífice reivindicó los derechos ancestrales y la dignidad de los pueblos indígenas, que eran perseguidos y reprimidos por el régimen stronista. Tristemente aún hoy, sin dictadura, los derechos indígenas siguen olvidados en la sombra.
Una multitudinaria concurrencia de indígenas de las regiones Oriental y Occidental del país, se dieron cita al encuentro con el papa Juan Pablo II e incluso participaron pueblos nativos de países vecinos. En aquella ocasión resonaron las palabras del líder Maskoy René Ramírez, denunciando las penurias, atropellos y el despojo de sus territorios, provocando la ira de los políticos de turno.
“Conozco los graves problemas que os afectan; en particular lo que se refiere a tenencia de tierras y títulos de propiedad. Por ello apelo al sentido de justicia y humanidad de todos los responsables para que se favorezca a los más desposeídos”, le dijo el Papa.
Aquella visita llegó con esperanza para un pueblo golpeado y oprimido por la dictadura. que incluso quiso reprimir el encuentro del Papa con los sectores sociales. Así quedó la nefasta anécdota.
Los tres días de visita quedaron marcados por las memorables jornadas protagonizadas por uno de los papas más recordado por la Iglesia Católica.
La breve estadía de Juan Pablo II en Paraguay produjo ásperos roces entre la jerarquía eclesiástica y las autoridades de la dictadura stronista. Pese a todo, la presencia del Sumo Pontífice dejó en el Paraguay huellas imborrables. Pocos meses pasaron para que llegara la democracia.