Hoy se cumplen cuatro décadas de ese atentado perpetrado por cuatro hombres y tres mujeres de la guerrilla marxista argentina Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), un comando liderado por Enrique Gorriarán Merlo, quien había combatido con los sandinistas para derrocar a Somoza.
Somoza encontró la muerte a los 54 años de edad, la mañana del 17 de septiembre de 1980 en la avenida asuncena entonces denominada Generalísimo Franco, en honor al dictador español.
Cayó bajo el fuego de un armamento sofisticado que incluía el bazuka que impactó en el vehículo en el que viajaba.
“PARIA INTERNACIONAL”. Somoza llegó a Asunción en agosto de 1979, un mes después del triunfo del Frente Sandinista de Liberación Nacional, que puso final a la dictadura dinástica iniciada en 1937 por su padre.
Perdido el apoyo de Estados Unidos, buscó refugio en Miami, Bahamas y Guatemala, desde donde voló a Paraguay.
“Era un paria internacional, nadie quería recibirlo. Hasta que solicitó (asilo) a Stroessner. Y este accedió. Por razones de afinidad política y porque en su entorno especulaban con sacarle mucha plata, pues sabían que había robado hasta el Tesoro de Nicaragua”, dijo a Efe el periodista e investigador paraguayo Antonio Pecci.
Junto a un séquito de allegados y de Dinorah Sampson, su pareja en sus últimos años, Somoza se alojó en una mansión de la zona exclusiva de Asunción desde donde se dedicó a planificar inversiones en tierras y a una activa agenda social en bares y restaurantes.
OPERACIÓN REPTIL. Mientras formaba parte de esa vida pública, el ERP ultimaba la “Operación Reptil”, el plan para descabezar el somocismo. Ya en Paraguay el comando se fijó en una mansión situada a unas cuadras de la de Somoza y pegada a la avenida por la que transitaba su coche.
Un palco estratégico que había que alquilar a toda costa a la agencia inmobiliaria.
La periodista Mónica Zub, autora de “Somoza en Paraguay”, explica que para ganarse la confianza de las encargadas de la agencia y lograr ese alquiler, el comando aseguró que allí residiría el cantante español Julio Iglesias.
“Les dijeron que Julio Iglesias iba a venir a Paraguay, que le gustaba mucho el país y que daría un concierto, pero que mantuvieran el secreto”, dijo Zub a Efe.
La promesa a futuro de una foto firmada por el cantante cerró el trato, indicó Zub.
BALAS Y LANZACOHETES. El 17 de septiembre el comando, apoyado por una camioneta y metralletas, subfusiles, rifles de asalto y un lanzacohetes RPG-7, se apostó a unos metros de esa mansión para interceptar el Mercedes en el que iba Somoza.
Eran las diez de la mañana cuando la capital fue sacudida por el estruendo de las balas y del lanzacohetes, que mataron además a su chofer, César Gallardo, y a su asesor financiero, José Baittine.
Todos los integrantes del comando escaparon y salieron del país, presumiblemente por las fronteras con Brasil y Argentina, a excepción de Hugo Irurzun, que fue detenido y se sospecha que murió a causa de las torturas de la policía de Stroessner.
La responsabilidad del atentado no fue desvelada de inmediato, una iniciativa de ese comando que probablemente era conocida por el Gobierno sandinista.
En los anales quedó la respuesta de Tomás Borge, el ministro del Interior sandinista, quien al preguntarle por esa autoría respondió: “Fuenteovejuna”.
VULNERABLE. Pecci, represaliado de la dictadura paraguaya, señala que Stroessner reaccionó con un operativo militar “casa por casa en Asunción y ciudades aledañas, en el convencimiento de que los integrantes del equipo comando se habían refugiado en la zona”.
Evoca que fue un “ambiente terrorífico”, con el Ejército en las calles y cuando el país estaba bajo estado de sitio.
Miles de argentinos que vivían en Paraguay fueron interrogados como sospechosos, apuntó.
Pero el atentado fue un shock para ese régimen al mostrar que “no era ya invulnerable”.
“La facilidad con que actuaron los del comando y escaparon pusieron en evidencia que el dictador no lo tenía ya todo bajo control”, aseveró Pecci.
Ello dio alas a la oposición paraguaya, que captó esa debilidad, y comenzó a activarse lenta, pero más abiertamente.
“Algo que se vio fortalecido en 1983 con el fin de la dictadura argentina y la subida de Raúl Alfonsín al poder. Una de las primeras medidas de Alfonsín fue plantearle a Stroessner el retorno de los dirigentes políticos exiliados en la Argentina. Y Stroessner tuvo que aceptar”, comentó.
Eran los primeros estertores del régimen de Stroessner. Las dictaduras del Cono Sur se iban desmoronando y era el único de sus dinosaurios.
Sería derrocado en 1989 por los militares que le habían apoyado, aunque su final fue diferente al de Somoza: murió por causas naturales en Brasil, en 2006, a los 93 años y en un plácido exilio.