–Pasaste la medianía de edad.
–Yo creo que más que medianía es un tres cuarto mbarete y sumando...
–¿Y sos feliz?
–Y cuando me doy la oportunidad, por supuesto. Cuando no, le pongo ganas.
–¿Te arrepentís de algo?
–Siempre se puede ser mejor, pero lo que sí haría es estar más a la altura del amor que otra persona me ha regalado con entrega, pasión y gran generosidad. No es que no la quise, solo que pude haberla querido mejor. Ella sabe quién es (¿o eran ellas?, la memoria me falla). También haber gastado menos tiempo en amores en los cuales yo solo creía. Ellas quizás no saben quiénes son y, si saben, creo que tampoco les importaría. Algunas sí, quizás. También agradezco a aquellas que me han hecho recorrer valles dulces y serranías exuberantes por los atajos tórridos del amor.
–¿Pedirías algo en una hipotética reencarnación?
–No existe, creo, esa posibilidad, pero ya que estamos... quiero ser yo mismo, pero mejor. Una mejor distribución del centimetraje o unos centímetros extras no estarían de más. Siempre quise ser más alto.
–Sí, seguro...
–Estás gracioso. Lo que sí quiero es volver a tener a mis mismos padres. Obviamente me gustaría tener una conversación previa para hablar sobre su plan de vida y decisiones que me afectarán.
–No es algo impertinente.
–Todo hijo tiene algo de eso... Además como hijos corremos en desventaja. Jamás podremos igualar lo que ellos nos dieron: la vida.
–Y los hermanos, ¿también querés repetirlos?
–Ya estoy acostumbrado a ellos. Más vale mal conocido... Sin duda volvería a elegirlos. Sin embargo, una hermana no estaría mal. En una familia siempre hace falta la sensibilidad, honestidad, pundonor y corazón de la mujer.
–¿Y los amigos?
–La amistad es una sorpresa que nos da la vida. Pero volvería a tener los mismos. Aunque espero que ellos mejoren sus nuevas vidas con un yate o un departamento en Río de Janeiro o Miami e inviten.
–Qué hay para los hijos.
–Unos genes más o menos buenos. Cierta certeza de que no se van a morir de aburrimiento y que algún aporte interesante legarán al mundo. Tengo un hijo que me honra la mayoría de las veces. Así que a ese camino habría que añadir probablemente una hija.
–¿A quién agradecerías?
–A los que creyeron en mí ni cuando yo lo hacía. Los que me tendieron una mano, una sonrisa, un aventón y una justa reprimenda. A mis mentores, camaradas, colegas y a todos los que han contribuido con mi crecimiento: gracias. Amo lo que hago y casi siempre es un amor correspondido. Espero en otra ilusoria vida hacerlo mucho mejor.
–¿A quién no te gustaría tener de nuevo?
–A los falsos, porque hasta de los enemigos se aprende y algunos incluso te honran con su desprecio. Pero de los falsos hay que tener más cuidado. No podré perderme de ellos, así que espero aprender a manejarlos de mejor forma.
–¿Esto suena a despedida?
–Jamás. Es un acto de justicia para los que me han querido y apoyado. Los otros lo sentirán como una afrenta. Que se jodan. Pero también quiero agradecer a los que están en mí presentes. Hacen de mi futuro fascinante y de mi pasado, aprendizaje. Además, no siempre se cumplen 51.