Patricia C. Benítez
Don Rodolfo Gill Paleari (97) y Elena Gill (93) ya llevan 70 años de matrimonio y nos cuentan su historia de amor, cómo se conocieron, las dificultades y la felicidad de compartir toda una vida juntos, la mayor parte en el barrio Sajonia.}
Ellos se conocieron en el ex Tribunal, él era secretario y ella bibliotecaria y luego contadora. Sus primeros encuentros se dieron en la entrada al trabajo, donde coincidían para firmar el acceso. Como a don Rodolfo le gustaba leer, todos los días iba a la biblioteca y allí estaba su futura esposa.
Con picardía, doña Elena cuenta que un día ella le dio a entender que podía cortejarla. Fue así que de a poco él fue llegando a su casa de visita, con el debido permiso de los tíos con quienes ella vivía. “Teníamos los días y horario de visita en la semana, como era la costumbre antes”, comenta don Rodolfo.
Luego de tres años de noviazgo, decidieron casarse, un 27 de noviembre de 1954. “Gracias a Dios, nadie se opuso, él era muy correcto”, cuenta Elena orgullosa.
Como anécdota, Rodolfo relata que luego de la boda se mudaron a un pequeño alquiler, donde usaban un calentador para preparar el café con leche del desayuno y luego ir a trabajar. “Era una salita, el dormitorio y el baño”, recuerda.
Las cosas mejoraron luego para ambos, pues fueron encontrando mejores horizontes. Él recibió un aumento de sueldo y ella ingresó a un trabajo donde también ganaba más.
SUPERACIÓN
Doña Elena insistió a don Rodolfo a que retome sus estudios secundarios. “Lo hizo con una inteligencia extraordinaria, pues al empezar de 10 asignaturas, me aplacé en 7, me llené de amargura. A esta señora le debo mucho, pues logró que, terminado el bachiller, comience la carrera de Derecho”, destaca el esposo.
En esta etapa le fue mejor, estuvo rodeado de compañeros que lo ayudaron bastante, incluso brindándole oportunidades laborales para lograr sus primeros honorarios.
“Todo lo que tuvimos y tenemos es fruto del trabajo y el sacrificio”, manifiesta el señor Gill, quien también fue parte del Club de Leones por muchos años, lo que le dio oportunidad a él y a ella, de viajar a varios lugares del mundo.
LAS HIJAS
Después de seis años de casados, por fin llegó la primera hija de nombre María Elena y, más tarde, María Raquel, quienes a su vez también ya tienen sus propias familias.
Los nietos son el encanto de esta pareja de abuelos. “Una vez que fuimos abuelos, no sabíamos si les queríamos más a los nietos que a las propias hijas”, dice bromeando.
En este sentido, la pareja se siente muy agradecida con sus cinco nietos, pues todos siempre están pendientes de ambos para ir a sus consultas o si les falta algo. Ellos son: Mónica Elena, Adriana Raquel, Rodolfo Manuel, Sebastián José María y María Paz.
“Nuestros abuelos son los pilares y ejemplos de la familia. Estamos orgullosos de ellos y felices de que busquen siempre la unidad familiar”, comenta Mónica, una de las nietas.
Rodolfo también nombró a sus yernos Germán Bonnin y Enrique Chamorro: “Son unos buenazos, no nos podemos quejar de ellos”, destaca.
EL DÍA A DÍA
“A veces, la gente dice: ‘Ellos no se pelean luego’, pero en realidad las diferencias siempre están presentes, el que diga lo contrario está mintiendo. En nuestro caso, era por la crianza de las criaturas, él no quería que sea muy dura con nuestras hijas”, cuenta Elena.
La misma menciona que dentro de todo el día a día con Malena y María Raquel no fue tan difícil. “Eran muy buenas”, recuerda. Ambos trabajaban mucho y ellas quedaban al cuidado de una niñera.
Por su parte, Rodolfo confiesa que no hay profesión más desgastante que la del abogado cuando uno es responsable. Un día, le ofrecieron ser magistrado y consultándolo con su familia lo incentivaron a aceptarlo. “Nunca fui tan feliz como hombre de derecho como cuando fui magistrado”, destaca.
De esta forma, Rodolfo Gill Paleari y Elena Gill conforman una pareja admirable basada en el amor para sus familiares y amigos.