El 3 de abril de 1948, el entonces presidente, Harry S. Truman (1945-1953), firmó una ley aprobada días antes por el Congreso con el nombre oficial de Plan de Recuperación Europea y que pasaría a ser conocido como Plan Marshall por el entonces secretario de Estado, George Marshall, su principal impulsor.
Con esa iniciativa, Estados Unidos entregó USD 13.000 millones en ayuda a dieciséis naciones europeas desde 1948 hasta 1951, periodo en que esos países recuperaron y superaron, con la excepción de Alemania, los niveles económicos de los que gozaban antes de la Segunda Guerra Mundial.
A Truman y Marshall, sin embargo, no les movía un especial afán filantrópico. A los dos les preocupaba que a una Europa destrozada por la guerra, las sequías de los años posteriores y el terrible invierno de 1946 les pudieran seguir el caos, o incluso peor el comunismo.
Con el paso del tiempo, el plan se ha establecido como un éxito no solo para la prosperidad de Europa, sino también para el fortalecimiento de los lazos transatlánticos y hasta se considera que contribuyó a consolidar o crear instituciones como la OTAN, las Naciones Unidas y el Fondo Monetario Internacional.
Hubo, sin embargo, numerosos desafíos para su creación, algunos de los cuales son similares a los que enfrentan quienes reclaman ahora un Plan Marshall para Ucrania, explica a EFE el catedrático de Historia de la universidad Vanderbilt, Thomas Schwartz.
El primer escollo fueron algunos sectores del Partido Republicano que, como ahora con Ucrania, se oponían a gastar millones de dólares en la reconstrucción de Europa.
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Sin embargo, narra Schwartz, el proyecto acabó siendo aprobado porque, entre otras puntos, Truman tuvo la audacia de bautizarlo Plan Marshall, en honor al secretario de Estado, quien gozaba por aquel entonces de mucha más popularidad en el Congreso que el propio presidente.
El segundo gran obstáculo fue unir a Europa, ya que algunas naciones que habían sido ocupadas o destruidas por Alemania durante la Segunda Guerra Mundial se oponían a que participara.
Pese a las heridas de la guerra, los países interesados aceptaron la participación de Alemania y, en la emblemática Conferencia de París de 1947, consiguieron decidir cómo funcionaría exactamente el Plan Marshall una vez que se aprobaran los fondos.
Aunque inicialmente se ofreció ayuda a los países de la órbita soviética, el ministro de Exteriores de la Unión Soviética, Viacheslav Mólotov, la rechazó al describir esa iniciativa como imperialismo económico.
Entonces, la Unión Soviética creó por su cuenta el Plan Mólotov, llamado así por el responsable de Exteriores, y con el que se materializaron los dos bloques de la Guerra Fría.
Sentadas las bases del orden mundial para las próximas décadas, el Plan Marshall se convirtió en una analogía histórica recurrente con diferentes políticos de todo el mundo abogando por iniciativas similares para reconstruir países o regiones devastadas por los conflictos, la hambruna o desastres naturales.
Ahora, a la vista de la destrucción en Ucrania, el presidente de ese país, Volodímir Zelenski, y otros sectores como el centro de pensamiento Fondo Marshall Alemán de EEUU han pedido un nuevo Plan Marshall a las potencias del G7, y más específicamente a Washington y a la Unión Europea (UE).
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Desde el propio Fondo Marshall Alemán de Estados Unidos, creado en 1972 en tributo al Plan Marshall, se destaca que el objetivo sería no solo ayudar a Ucrania a recuperarse económicamente, sino también integrarla en Europa y la comunidad transatlántica, explica a EFE uno de los impulsores de la idea, Jonathan Katz.
Por supuesto, el desafío es que cualquier plan que busque integrar a Ucrania en Europa contará con el rechazo frontal de Moscú.
El futuro, por tanto, es impredecible. Aunque hayan empezado los preparativos, el Plan Marshall para Ucrania no podrá aplicarse hasta que no cesen los combates, dice a EFE Robin Quinville, del centro de pensamiento estadounidense Wilson Center y que fue diplomática durante 30 años.
Es imposible saber cómo estará Europa una vez que la guerra acabe, según Quinville, quien destaca cómo muchos países europeos han cambiado su percepción de Rusia con la guerra en Ucrania con algunos de ellos, como Finlandia y Suecia, haciendo cambios tan radicales como pedir ser parte de la OTAN.
En todo caso, la labor de reconstruir Ucrania será enorme. Costará unos USD 349.000 millones, aunque esa cifra podría crecer a medida que se prolongue la guerra, de acuerdo con las estimaciones del Gobierno de Ucrania, la Comisión Europea (CE) y el Banco Mundial.