Es una cifra estremecedora si concluimos que: “cada país tiene el gobierno que se le parece” y que ellos representan a los 17 departamentos de la República, y con ese número son capaces de cualquier juicio político o sostener con uñas y dientes la degradante corrupción. Una enormidad para concluir que 80% de los electores paraguayos son sinvergüenzas como ellos y están muy orgullosamente representados por los mismos.
Uno cayó en la semana luego de firmar acuerdos de lucha contra el narcotráfico con la jefa de la Senad y los ministros de la Corte. Ozorio se rió a carcajadas de todos. Se abrazó con quien pudiera y dejó su marca sobre hombros, brazos y manos de quienes tenían que perseguirlo y capturarlo por su condición de narco envidiado incluso por el PCC. Él podría decir que no hizo otra cosa que representar el 80% del país y que se encuentra operando en todos los estamentos de la administración pública. Él es parte elocuente de casi 6 millones de paraguayos que han decidido vivir en el lado oscuro del país agradeciendo diariamente al narco, pastor y contrabandista que levanta una fábrica en frontera o un templo en medio de la nada. Ese es el país que se compra y se vende en las elecciones y que ahora con las operaciones en marcha evidencian la punta de un iceberg con el que convivimos hace demasiado tiempo.
La diputada Camacho afirmó que el comandante de la Policía Nacional le dijo también que el 80% de los asaltos, robos y asesinatos tienen causa y disparador en las drogas. Un porcentaje tan alto como las 70 mil órdenes de captura no ejecutadas que manejan entre fiscales y uniformados. Solo un marginal 20% es robo bagatelario o crímenes movidos por otras causas. La borra que emerge de este pantano de corrupción es espeluznante y todavía hay muchos que defienden al bandido que “roba pero hace o da trabajo”. Nos hemos acostumbrado a vivir en medio de tantos delincuentes que incluso a ese 20% sano no le queda otra opción que votar por el menos malo. Está tan asustado el propio vicepresidente Velázquez, que anunció que aplicará severos filtros a los que quisieran ser candidatos de su movimiento. Pero, si toleró a su hermano comandante de la Armada metido en el contrabando, su promesa suena muy difícil de creer. “Si de verdad quieres luchar contra la corrupción, debes estar listo a mandar a la cárcel a tus parientes y amigos”, dijo el implacable reconstructor de Singapur Lee Kwan Yew. Aquí el pastor narco Insfrán es capaz de crear una monstruosa organización criminal y terminar robándole al contribuyente una pensión graciable a su padre, ¡quien vive en situación de indigencia! El proponente del 80% podrido es hoy diputado y aspira a meter a toda la parentela en la función pública a cuenta nuestra.
Si no revertimos esta ecuación del diablo responsable de nuestra pobreza, pésima educación, criminal situación de salud y el putrefacto Estado de donde roban anualmente 2 mil millones de dólares según el BID, vamos camino a ser un país fallido. Aquel donde nada que se haga bien tiene posibilidades y en donde la única vía de salida es el aeropuerto o la frontera como lo dicen 9 de 10 jóvenes que buscan oportunidades y trabajo. Estamos presenciando el derrumbe no solo de una democracia sino de un país completo.
Convertir al 80% en gente digna, honesta, preparada, capaz y delicada debe ser el objetivo si queremos seguir siendo República. A este ritmo, celebramos la caída de algún nuevo sinvergüenza pero no cambiamos nuestro destino a pesar de que Celeste Amarilla diga públicamente que Cartes es narcotraficante, Sandra Quiñónez siga siendo fiscala general o se haya cambiado la mesa directiva de Diputados.