Todos los medios nos pusimos bajo alerta, pero optamos por no apretar el gatillo antes de tiempo. La fuente, que con el tiempo ha demostrado ser plenamente solvente gracias a sus turbias prácticas (pagan por la información), no era por entonces sinónimo de fiabilidad.
La web publicó un primer urgente en el que se avanzaba que Michael Jackson había sufrido un paro cardiaco. Todos nos pusimos sobre la pista, pero no publicamos una sola palabra hasta que las confirmaciones comenzaron a llegar vía CNN y Los Angeles Times.
TMZ volvió a adelantarse y dio la muerte de Jackson en exclusiva. Los grandes medios tardaron varios minutos en verificarlo y publicarlo de forma independiente. Había nacido una nueva era en el periodismo del entretenimiento, en el que TMZ iba varios pasos por delante del resto.
El genial y excéntrico Jackson falleció el 25 de junio de 2009 por sobredosis de anestésicos en su mansión alquilada cerca de Bel Air.
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Su deceso provocó un terremoto mediático como nunca he vivido en 11 años como corresponsal en Los Ángeles, ya fuera en el centro médico de UCLA donde falleció (inundado por curiosos), en el homenaje que se le dedicó en el Staples Center el 7 de julio (con centenares de fans en los exteriores) o en el juicio contra su médico personal (con decenas de fans durmiendo a las puertas de la Corte para conocer la resolución).
Periodistas de medio mundo se desplazaron a Los Ángeles para vivir cada segundo del drama, avivado por la rapidez con la que fluían los rumores a través de las redes sociales.
La autopsia reveló que una dosis excesiva de medicinas con una alta presencia de benzodiazepina, compuesto empleado para tratar el insomnio y la ansiedad, causó el fallecimiento.
El médico personal del artista, Conrad Murray, reconoció que, tras inyectar los sedantes al artista aquella mañana, abandonó la habitación donde se encontraba para atender unas llamadas. A su regreso, se encontró a Jackson inerme y sin pulso sobre la cama.
Murray fue sentenciado a cuatro años de cárcel en 2011 por homicidio involuntario.
Nada, al menos en la esfera pública, hacía presagiar ese final. Apenas tres meses antes, Jackson había anunciado su regreso a los escenarios para julio con un evento de despedida compuesto por 10 conciertos en el O2 Arena de Londres (la cifra aumentó hasta 50 por la fuerte demanda) que llevaba por nombre “This is It” (Esto es todo), un título de lo más premonitorio.
“Estas serán las funciones con las que se bajará el telón”, dijo el artista, muy delgado y con aspecto frágil durante su breve intervención.
This is It iba a ser el broche de oro a la carrera de Jackson, su regreso por todo lo alto tras años de ausencia en los escenarios, un declive en el que se vio sumido tras ser acusado de pederastia y llevado a juicio en 2005.
Fue declarado inocente, si bien su imagen pública nunca se recuperó plenamente y sus excentricidades -relacionadas con su apariencia y las actitudes con sus propios hijos- y problemas económicos generaban más titulares que su arte -su último disco de estudio, Invincible, fue lanzado en 2001-.
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Jackson quería acariciar a su público una vez más echando la vista atrás a su estratosférica carrera, forjada ante la mirada implacable de su padre, Joe, a quien el artista llegó a acusar de abusos físicos y emocionales.
Esa turbia relación fue el origen de su devoción por los niños, vista como puro amor hacia el prójimo por sus fans y principal fuente de críticas para sus mayores detractores.
De hecho, el reciente documental Leaving Neverland, estrenado en el festival de Sundance, narra los supuestos abusos sexuales de Jackson a dos menores de edad.
“Es otra morbosa producción en un indignante y patético intento de aprovecharse y sacar partido de Michael Jackson”, apuntaron sus herederos en un comunicado.
La polémica, diez años después, le sigue rodeando. Y sus tres hijos (Prince Michael, Paris y Blanket) crecen sabiendo que nunca encontrarán mayor alivio y acomodo que ese luminoso e inigualable legado musical que aún emociona a millones de personas.