En la era del body positive, de la aceptación de los cuerpos, en días de feminismo, del culto al no consumo y también de una mayor búsqueda de la espiritualidad, el bótox todavía no “incomoda”. Está lejos de ser cancelado.
Las inyecciones que paralizan los músculos de la cara para eliminar arrugas de expresión cumplieron 22 años desde que la ANMAT las aprobó en la Argentina para uso cosmético.
Y ya son parte del aspiracional estético de nuevas generaciones que buscan ver en vivo los filtros que usan en Instagram.
Se ponen bótox desde las cantantes pop más populares de Argentina hasta el político con menos aspiraciones presidenciales. De ahí para arriba en el nivel de anonimato de quienes se pinchan.
Y aunque se nota -la frente no se frunce y las cejas no se pueden levantar-, ya es natural.
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Es verdad que desaparecieron las “caras de bótox”. Se acabó la habitualidad con la que se veían esos rostros de sorpresa permanente. Pero su efecto está, más lavado. Casi que reemplazó la base de maquillaje.
Si esa suavidad en parte indica que se está desvaneciendo, es porque el bótox marcó el camino hacia toda una gama de pinchazos. La industria de la cirugía estética cambió desde que la gente paga por ser menos expresiva.
Aquí, un recorrido por dos décadas botoxeadas y una actualización sobre cuánto, por cuánto, para qué y quiénes se aplican bótox hoy en Argentina.
El bótox, un camino de ida
“El bótox se convirtió en la norma de una clase media que puede pagarlo”, publicó The New York Times, por Estados Unidos. La pregunta común de "¿Te pondrías bótox?’' pasó a "¿Hace cuánto te pusiste?”.
“Siempre tomé mucho sol, me arrepiento. Pero genéticamente tengo un hachazo (lo dice por una arruga vertical en el ceño) que no sabía que si lo borraba me iba mejorar tanto la cara. Fue un pinchacito y listo. Apenas se me va el efecto me vuelvo a poner bótox ahí", dice a Clarín una mujer de 40 que trabaja en Comunicación.
“Al principio tuve miedo de quedar como con una máscara. Nada que ver. Sí, aviso que el bótox es un camino de ida”, cuenta.
Se inyectó por primera vez a los 36 y lo hace dos veces por año. Alquila en Palermo y dice que no tiene un “gran sueldo”, pero que prefiere “invertir en bótox antes que en ropa cara”.
¿El bótox nos hizo perder expresión o expresó algo más?
Nadie dirá en esta nota que una inyección estética puede tomarse como una bandera. Pero está claro que el bótox desmitificó los procedimientos de cirugía plástica. Y lo hizo mucho antes de que se inventara TikTok, la red social joven que es un verdadero campo minado de frentes planas.
Está claro que Bótox es una marca de esta neurotoxina (es 100 veces más mortal que el cianuro, es la causa de la enfermedad transmitida por los alimentos conocida como botulismo. y durante la Segunda Guerra Mundial el Departamento de Defensa de Estados Unidos esperaba desarrollarla como arma química).
En los 70 el oftalmólogo Alan Scott la probó para tratar el estrabismo y el laboratorio Allergan (que en 2019 fue comprado por AbbVie) la terminó convirtiendo en una industria multimillonaria con foco en la belleza.
Toda toxina botulínica hoy es llamada bótox y en la Argentina también se importan las marcas Dysport y Xeomin.
La jeringa es el nuevo bisturí
La última encuesta mundial de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS) revela un aumento significativo de la cirugía estética en todo el mundo. En 2021 hubo más de 12,8 millones de procedimientos quirúrgicos y 17,5 millones de no quirúrgicos. El crecimiento respecto al informe anterior fue del 19,33%.
Pero el dato es que en los últimos cuatro años aumentaron 54,4% los procedimientos no quirúrgicos. Eso también es acción del bótox.
Si en Argentina en total ese año hubo 1.068.260 procedimientos, 398.980 fueron cirugías y 669.280 fueron tratamientos no invasivos.
El top 5 de los procedimientos no quirúrgicos más populares sigue liderado por el bótox, tanto en hombres como en mujeres y en todas las edades, con más de siete millones de inyecciones a nivel mundial. Le siguen las aplicaciones de ácido hialurónico, la depilación definitiva, los tratamientos para disimular la celulitis y los de reducción de grasa.
También es más frecuente en pacientes de 18 años o menos, superando a la cirugía de nariz en años anteriores.
El último reporte de 2021 marca que 158.900 inyecciones estéticas dadas en Argentina fueron de bótox y 175.540 de ácido hialurónico. Pero este neuromodulador en realidad no perdió su primer puesto en la cara. El creciente uso del ácido hialurónico se debe a su aplicación también en la cola.
“Sigue siendo el procedimiento más pedido. Está demostrado por las diferentes importaciones de productos hacia la Argentina y las diferentes ventas desde los laboratorios. Y se ve en el consultorio”, explica a Clarín el cirujano plástico Fernando Felice.
E indica que, estadísticamente, la causa del consumo de bótox en Argentina se da en este orden: para eliminar arrugas de la frente; el entrecejo; las patas de gallo; el mentón empedrado (pocitos que se dan por la contracción del músculo); y para tratar las bandas platismales (las arrugas del cuello).
“Quienes más la consumen tienen entre 35 y 55 años, tanto hombres como mujeres. El público es mucho más amplio. Desde los 19, en algunos casos excepcionales, se aplica. Antes no sucedía, era desde los 30. En esos casos hay que seleccionar bien a los pacientes. Son hipercinéticos, muy gesticuladores y se utiliza como tratamiento preventivo de arrugas, siempre obteniendo resultados naturales”, marca Felice.
Esto hasta hace unos años se llamaba “baby bótox”, una medida marketinera para explicar que también podía ser algo sutil, que mejore el aspecto de la piel y sin efecto “liso como baldosa”.
Hoy el bótox es bótox, sin eufemismos. Estas microinyecciones (que no necesitan reposo, anestesia ni quirófano) pasaron del estigma a compartir el momento de aplicación en las redes.
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¿Por qué entre las inyecciones sigue reinando el bótox? Porque no existe un tratamiento que pueda llegar a competirle al resultado.
“Hace 30 años se hacía un lifting coronal: un corte en la línea de implantación de pelo por encima de la frente y quirúrgicamente se la tensaba, o sea, se la tiraba hacia arriba. Eso forma parte de la historia de la cirugía plástica. No se realiza más, fue reemplazada por la acción de la toxina botulínica. Todavía hay un lifting endoscópico frontal, pero digamos que desde que llegó el bótox dominó la escena”, sigue el experto, docente en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, (UBA).
“Sí hay muchos tratamientos que mejoran la calidad de la piel en la frente, por ejemplo, que mejoran la función muscular, pero ninguno que le haga sombra a la toxina botulínica”, cierra el cirujano.
El mundo de la cirugía plástica es una industria tan potente como dolarizada en Argentina. Así, si el costo promedio de ponerse bótox en un buen centro es de 460 dólares en Estados Unidos, en Argentina está a precio de mercado si se consigue en la Ciudad por un promedio de 500 dólares. En centros de estética de Provincia se promociona por 250 dólares.
“Su efecto sobre los músculos de la expresión no se iguala con nada. No hay nada que lo reemplace. Sí se combina con ácido hialurónico, que también sirve para modular los movimientos musculares. Además, da una leve tersura y brillo, mejora el aspecto de los poros, que en algunas pieles se notan mucho”, dice a Clarín la cirujana plástica Victoria Schavelzon.
¿Una vez que se entra en el bótox, hay salida?
La toxina es reversible, su efecto se va, en general, a los cuatro o cinco meses. “Pero si lo repetís dos o tres veces por año, por dos o más años, realmente se logra combatir las arrugas más grandes producidas por la acción muscular”, aclara la cirujana.
Después del bótox
La mayoría de los dermatólogos coinciden en que el bótox es seguro y confiable.
Está probado que es una goma de borrar para las arrugas, ¿pero realmente es la fuente de la juventud? ¿Previene el envejecimiento como una crema o no exponerse al sol?
“Sirve. En personas jóvenes al relajar el músculo previene el movimiento gestual y el añejamiento de la piel. También mejora la calidad de la piel, es un efecto preventivo”, dice a Clarín Cristina Pascutto, ex presidenta de la Sociedad Argentina de Dermatología (SAD).
Entonces, si antes el bótox iba a la cacería de las arrugas, hoy no.
“No solamente vengo para prevenir la formación de arrugas sino que vengo para mejorar mi mirada, me da una mirada más fresca, más joven”, dice María de los Ángeles (35).
“Se usa desde los 20. En menos dosis, en vez de 40 unidades, entre 28 y 36. Da un efecto descansado. También lo diluimos como mesoterapia. Afina la piel y disminuye la dilatación de vasos que produce la rosácea. El bótox quedó confinado a la frente, entrecejo y patas de gallo y el ácido hialurónico lo complementó", cuenta Raúl Banegas, director del capítulo de procedimientos mini invasivos de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora.
¿Qué aprendió el mundo de la cirugía plástica en estas décadas de bótox? “Durante tantos años hemos predicado la correcta colocación de bótox y ya no se ven gestos con cejas a lo Jack Nicholson. Su uso permitió dilatar 10 años el paso por el quirófano”, marca Banegas desde su propia clínica en Barrio Norte.
No hay resistencia a la toxina en el mundo médico
En setiembre la Food and Drug Administration (FDA) de Estados Unidos aprobó la primera competencia real del bótox en décadas. Se llama Daxxify. También es toxina botulínica y promete durar más: hasta 6 meses.
Si bien se vende a sí misma como “más natural”, por su efecto más difuso en la piel, la clave es esa duración extra, para que las y los fundamentalistas del bótox no tengan que ir al cirujano cada tres meses.