Liderado por un mártir ateo y arrastrado por el huracán de Smells Like Teen Spirit, tal vez la canción más importante e influyente del rock de los años 90, Nirvana voló alto con Nevermind, pero su éxito también encaminó a su cantante Kurt Cobain a la autodestrucción.
Nevermind, que vendería millones de copias y en 1992 lograría desbancar del número uno a Dangerous (1991), de Michael Jackson, convirtió a los miembros de Nirvana en estrellas mundiales y en referentes de moda con sus pintas desaliñadas, camisas de leñadores y vaqueros rotos.
El grupo se originó en 1987, en Aberdeen (EEUU), con el bajista Krist Novoselic y el vocalista y guitarrista Kurt Cobain. En su disco de debut, el crudo y áspero Bleach (1989), todavía no contaban con la batería de Dave Grohl, que cerraría la formación clásica de Nirvana y quien, tras el fin de la banda, enfocó hábilmente su carrera con Foo Fighters.
Inadaptación, problemas de autoestima, soledad, incomprensión, apatía y nihilismo. Nevermind apelaba con cólera a todo eso para conectar con la frustración de una juventud acosada y perdida que describió Michael Azerrad en la biografía Come As You Are: The Story of Nirvana (1993).
Trágicamente, la inestable y quebrada mente de Cobain no estaba preparada para aquel fenómeno de masas.
Nirvana grabó los discos In Utero (1993) y MTV Unplugged in New York (1994), pero los frecuentes desequilibrios de Cobain y su adicción a la heroína ganaron finalmente la partida: la gran figura del grunge se suicidó el 5 de abril de 1994. EFE