26 dic. 2024

A fuego lento

Los gobiernos colorados, en general, con alguna excepción como la de aquel administrador del Gobierno del Gral. Rodríguez de apellido Fernández han tenido como objetivo central acabar con el IPS. Pero nunca las dos últimas administraciones han hecho una intensa labor de zapa de forma tan abierta y desembozada.
El anterior administrador Bataglia resumió todos los robos del sistema y todavía nadie libró orden de captura y prisión contra él y su consejo. El actual no le va en zaga.

No tiene medicamentos, no puede con su plantel médico y es incapaz de responder a los reclamos de sus jubilados y claramente apuntan a acabar con el sistema previsional a corto plazo.

Los aportantes y retirados parecen no dimensionar la tarea y reproducen a aquellos sapos en una olla que calentada a fuego lento cuyo objetivo final es cocinarlos.

Los ejemplos de esta tarea son más que evidentes.

Una institución que factura 2 millones de dólares diarios tiene problemas para pagar a los jubilados hasta fin de año y pide un préstamo de más de 200 millones de dólares al Gobierno central. A un asegurado medianamente informado se le debería prender todas las alarmas con solo este pedido. Si lo destinado por ley no existe, que les asegura que pasada esta tormenta habrá recursos para ellos a partir de enero del próximo año? Y la pregunta más profunda que pasa con los recursos actuales, donde van y porque no pueden asegurar el pago mensual a los jubilados?

Nadie en el Consejo se anima a dar una respuesta acorde a la gravedad del problema y solo insisten en tantear hasta cuándo pueden aguantar los jubilados exponiéndolos a métodos humillantes como la prueba de vida. Una aportante de 91 años pidió morir antes que presentarse cada tres meses para probar que no había muerto.

El de la idea es un traumatólogo de apellido Ortiz al que le retiraron del servicio porque bajo sus órdenes amputaron la pierna equivocada de un paciente. Otros de sus colegas son uno que fundió la Caja de Jubilados Bancarios y otro que concedió el sistema del Banco de Fomento para que Messer, el delincuente, operara a piacere. Evidentemente todos estos personajes no están ahí para cuidar la salud de la previsional sino para acabar con ella por cualquier procedimiento.

No les interesa la suerte del IPS y están para demostrar que de nada sirve y que hay que abrazar el sistema privado como lo hicieron los chilenos.

El senador Leite, vocero del cartismo en este y otros temas no se anduvo con vueltas y ya lo adelantó.

Quieren que los recursos de la previsional vayan a bancos y financieras y que la jubilación sea directa y personal sin el mecanismo de reparto proporcional como es en la actualidad.

Lo que no cuentan es que dicho procedimiento fue un soberano fracaso en Chile y que despertó la ira de millones que salieron a las calles. Los nuestros no se dan cuenta que sube la temperatura de la olla mientras dejan morir al IPS. No hay medicamentos ni atención sanitaria.

El objetivo es acumular la mayor cantidad de errores de forma tal que todos digan que ese sistema debe acabar. Los legisladores y el Ejecutivo le prestan 200 millones de dólares mientras la morosidad del mismo Estado con el IPS es de casi 600 millones de la moneda norteamericana. El gran moroso es el que pone las autoridades del ente. ¿Puede alguien dimensionar el tamaño de esta gran contradicción e incoherencia?

La oposición tampoco parece entender la gravedad del problema y en vez de plantear una solución a este terrible drama discuten donde debe erigirse una sucursal del Panteón de los héroes donde puedan entrar más “próceres” de este atribulado país.

La temperatura sube y los aportantes como jubilados del IPS están siendo cocinados a fuego lento. Cuando se den cuenta comenzará a hervir el agua y ya será muy tarde. Hay que salvar la previsional de la voracidad, el robo, abandono, desidia y corrupción que ha sido parte de su historia. Un general de apellido Araujo, titular del IPS de la época del tirano Stroessner, robaba la comida de los pacientes para dar de comer a sus cerdos. Hoy los chanchos se preparan para deglutir a los pacientes, aportantes y jubilados.

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Luis Carlos Irala