El caso A Ultranza Paraguay no solo dejó al desnudo un gran esquema criminal de tráfico de drogas y el lavado de activos provenientes del crimen organizado, sino también, evidenció algo que ya se sabía: la omisión intencional y complicidad de altos funcionarios que están al servicio de estos grupos.
Sebastián Marset, a pesar de su juventud, supo liderar uno de los más grandes esquemas de tráfico de drogas de la región y utilizó un esquema casi perfecto para el lavado de sus activos en el Paraguay. Pero esto no hubiese sido posible sin la complicidad de quienes deberían de controlar e investigar.
La filtración de un informe de Inteligencia elaborado por la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad), elaborado como antesala de lo que sería la Operación A Ultranza, expuso la forma en la que el clan liderado por Marset operó con total libertad en nuestro país, lavando activos por unos USD 100 millones en unos pocos años.
El informe de la Unidad de Investigación Sensitiva (SIU) no solo describe la forma en la que operaba este esquema, sino también contiene transcripciones de llamadas entre los integrantes del clan de Marset en las quedaron al desnudo los contactos políticos, las filtraciones de datos y la complicidad para la circulación de las drogas.
Según las investigaciones, la banda de Marset tenía como uno de los principales aliados a Miguel Insfrán, a quien conocemos en el país como el “narcopastor”. Este supo valerse de su gran influencia política para ayudar al uruguayo y puso a su servicio su esquema de lavado de dinero.
Cuando Sebastián Marset cayó en setiembre del 2021 en Dubái, por el uso de un pasaporte paraguayo de contenido falso, este no dudó en buscar apoyo político para salir de la situación. El supuesto narco buscó el apoyo del entonces embajador en Emiratos Árabes Unidos (EAU), Ángel Barchini, e incluso invocó al presidente Mario Abdo y al ex mandatario Horacio Cartes.
Si bien era muy probable que sus tentáculos políticos lo ayuden a salir airoso del problema, una información clasificada tocó las puertas de Marset para que se dé un cambio de plantes. Este, a través del ex asistente fiscal antidrogas José Estigarribia, supo que lo el Comando Tripartito lo estaba investigando. A partir de ahí, el supuesto narco ya no quiso volver al país.
Para muchos, tal vez este tipo de filtraciones ya no sean una sorpresa, pero es así como opera la mafia. El crimen organizado tiene tentáculos en todas las instituciones. Un claro ejemplo fue el ingreso inadvertido al país de Miguel Insfrán cuando este era buscado en todo el mundo.
Cuando se dan este tipo de situaciones, me vienen a la cabeza las insistentes declaraciones del persistente precandidato a la presidencia, Efraín Alegre, quien asegura que la mafia se apoderó del país. Aunque a muchos el discurso repetitivo y poco carismático de este político se nos torna ácido, este no deja de tener la razón.
No caben dudas de que el crimen organizado ha encontrado su “media naranja” dentro de la política paraguaya. De otra manera, no se puede explicar cómo goza de tan buena salud y opera impunemente.
Sebastián Marset aseguraba que Paraguay era un excelente sitio para operar, ya que “todo era más controlable”. En ese aspecto debemos darle la derecha, ya que aquí el clima de inversión es el mejor cuando se trata de negocios ilícitos.
Mientras el Ministerio Público y otras instituciones no se consoliden, la ciudadanía seguirá esperando que una conferencia de prensa convocada por la Embajada de Estados Unidos sea la que le dé un poco de esperanza sobre el fin de la corrupción.